Recordando a Nemesio Antúnez
En la Sala de exposiciones "Chela Lira" de la UCN se inauguró una exposición de grabados del pintor Nemesio Antúnez.
Recuerdo que, en 1952, como estudiante del Bellas Artes del Parque Forestal, en la primera campaña presidencial del Dr. Salvador Allende, fui invitado a una reunión de organización. Allí me recibió Volodia Teitelboim, de quien ya había leído "Hijo del Salitre". También estaba Nemesio, recién llegado de Estados Unidos
Un año después, asistí a una concentración en la Plaza Bulnes: Pablo Neruda volvía del exilio. El telón del escenario había sido pintado por Nemesio. En un arrebato de entusiasmo grité desde el público: "La primavera vuelve contigo, Pablo", era septiembre y mi biblia bajo el brazo, era el "Canto General", editado en la clandestinidad. En la multitud, se volvieron para ver quien había provocado tal "intervención poética".
Un día divisé en Prat con Mata a Nemesio y a Sergio Oyarzún, mi profesor de estética en Bellas Artes: habían venido a conocer las estructuras arquitectónicas de Tulor, cerca de San Pedro.
Mi último encuentro con Nemesio fue el año 1989 en el Colegio de Profesores, por la candidatura de Aylwin a la presidencia. Allí sí que conversamos. Le conté nuestra labor en el Liceo Experimental Artístico y de nuestras dos convocatorias a una muestra colectiva: "Cristo en el Arte" y el "Salón de la Plástica Antofagastina". Le interesó mucho "Cristo en el Arte" y me contó que el tema de Cristo lo había trabajado en la técnica del grabado al aguafuerte en su etapa de exilio en Barcelona. Me ofreció enviarme una copia numerada, que llegó a los pocos días y se exhibió en la versión de "Cristo en el Arte" de ese año en el Teatro Municipal. La obra Nemesio la donó al LEA y permanece en la Pinacoteca Juvenil, sección donaciones. Es un grabado "prueba de artista", antes de lanzar la edición. Se titula "Torturado" y es impresionante por la mirada, que ya no es humana, que es despedida, desde una profunda lejanía. Yo vi esa mirada en los ojos de un amigo que no sabía que moriría esa tarde.
Waldo Valenzuela