Luis Kong Santibáñez
Los libros de Luis Kong son de cubierta intensamente negra y de corazón tan blanco. Juega en los extremos de la cancha, apostando a los contrarios.
Abrir un libro de poemas de Luis Kong es un acto de sanación. Las cosas quedan en su lugar y la poesía se llena de seres que están a un paso o a siglos de nuestro encuentro.
Es poesía que avanza desde el centro del lector poniendo los pelos de punta porque la fuerza de Kong es tremenda: mientras más tranquiliza el verso, más instala el espíritu en son de guerra.
La ironía es una de las claves centrales del libro. Si la ruptura del lenguaje lleva a la poesía, la ironía o el chiste, vemos aquí una concatenación notable de ironía poética de gran acierto e intensidad. No aparece el grito poético destemplado ni el ditirambo. La queja contenida no se desborda sino en el interior del lector. No se le arrancan las palabras al poeta, las arrea sabiamente con habilidad de buen pastor.
No es fácil dar con buenos títulos de poemas, pero Luis Kong posee la sutileza de no aplastar con ellos sus poemas. Se especializa en hacer de sus títulos una de sus apuestas más logradas, más potenciadoras de la lectura.
Reescribe o problematiza temas del universo poético haciendo aparecer en clave actual personajes clásicos que, como el 'sátiro sordo' o Diógenes siguen siendo portadores de los temas esenciales. Entre esos temas, la muerte deambula muy suelta de cascos .Dios, tiempo y muerte filosofan sin remilgos y sus muertos literarios componen un muestrario y una comprobación más de que como dice Pessoa "nada se ha escrito por uno solo".
Nada falta hacia el final del día. Ahí está su amigo Galvarino, sus andanzas por las mitologías y el mundo clásico, sus lecturas preferidas, su tigre Borgeano y su escritura del Dios, el haikú que le perfuma las manos, la eternidad provisoria, Taltal.
"Luz al final del día", un libro deleitoso que recompone la finura de la Academia y el talentoso manejo del lenguaje, "intentando resucitar algo que nos conmovió y nos sigue conmoviendo".
Patricia Bennett