Paseando por los alrededores
Voy a ver una exposición de los pintores (hoy suele llamárseles artistas visuales por un cambio de estatuto artístico) Francisco Olivares y Henri Serrano en el Instituto Chileno Norteamericano de Valparaíso, llamada "Dorothy: el lugar de las libertades, un espacio en disputa". Dicho montaje trabaja sobre elementos icónicos que marcan una especie de teoría de la imagen moderna (siglo XX) determinada por el cine, como aquel dispositivo que soporta la construcción de la ficción. El impacto en las conciencias de esta nueva visualidad, como tecnología de la reproducción de la imagen, tiene un efecto potente en la democratización de la vida social y en la sensación de libertad del pensamiento; se redimensiona el diseño de los imaginarios de los sujetos y las masas. Esto implica transformaciones del universo creativo y también un impacto político-social (podemos recordar el efecto análogo producido por la redes sociales hoy en día, capaces de generar grandes movilizaciones de personas). Eso está trabajado muy ingeniosamente en las referencias a la hojalata, tanto en la construcción de objetos modernos, como un parlante, y en la cita al Mago de Oz (el hombre de lata y la misma Dorothy), como símbolo del cine como entretención.
Al otro día asistí a un recital del poeta Raúl Zurita en el mismo instituto. La performance recitativa del poeta supone una escena ritual que se sustenta en una predicación moral sobre los dolores salvíficos. La poesía como una irrupción desgarrada del sujeto en un estado de conciencia lúcida que corporaliza el paisaje matricial de la patria, y lee (y versifica) sus heridas, las proclama, y en esa paradoja producir el acto de sanación o salvación posible. Era emocionante ver y sentir a un público absolutamente conmovido por la intensidad de una recitación.
El arte contemporáneo más potente es aquel que es capaz de interpelarnos astuta e inteligentemente sobre la circulación de los signos y ponerlos en nuevas redes de relación y circulación. Una obra de arte hoy, tributaria de una estética fuerte (fundada en presupuestos eje de la modernidad) es aquella que es capaz de leer procesos de producción de sentido a partir del encuentro dinámico de objetos y hacerlos hablar de distintos modos y desde otros lugares. Uno de esos objetos es precisamente el cine. Walter Benjamin ya había puesto el ojo en el cine y su impacto en la estética moderna en su clásico texto "El arte en la época de su reproducción técnica".
Este carácter interpelador del arte supone, una instancia conceptual y reflexiva que redundará en un ejercicio de crítica descomposicional de objetos modernos. El canto de los poetas nos recuerda siempre que lo fugaz, lo simple, lo perecedero, son regularidades discursivas constituyentes de lo humano. La maravilla y el desastre suelen convivir dramáticamente, así como la abyección y los más hermosos actos de bondad. La producción angustiosa de la felicidad con que nos agrede el mundo moderno es neutralizada por el efecto de un poema que resuelve de golpe la obviedad naif o la sensiblería del discurso amoroso, o puede dales un nuevo lugar en la reconstrucción constante de lo humano. El artista debe interrumpir a veces ese hábito con que solemos ocultar la riqueza del paisaje e intervenirlo y resignificarlo. Y no es poco.
Paralelamente, en esos días, un amigo ingeniero en minas me invita a una charla que dicta en el colegio del rubro en que expone sobre una obsesión que lo persigue hace un rato. Él descubre un objeto nuevo para él y para muchos, los estromatolitos, en Magallanes, en la Laguna de los Cisnes, en Porvenir. Se trata de una estructura con forma de domos, compuesta de cianobacterias, que son el vestigio más arcaico del origen de la vida, esa impresionante oferta química originaria, verdaderos fósiles vivientes, nos recuerda la insignificancia de los procesos vitales en relación a la construcción de lo humano. Mi amigo quiere preservar este patrimonio natural. Este encuentro fue posible por una acción que los investigadores clásicos llaman la serendipia, que es el acto de encontrar algo significativo, sin andar buscándolo. Es el no artista, el ciudadano común que se topa con la maravilla, con lo bello, con lo significativo. La diferencia es que el artista tiene voluntad de hallazgo. Lo maravilloso es cuando un ciudadano común se topa cara a cara con la revelación.
Marcelo Mellado