"Gasto más de 80 mil pesos mensuales en remedios"
Gabriela Ríos Reyes tiene 62 años. Nació en Pozo Almonte y junto a su familia se establecieron en Antofagasta cuando tenía sólo cinco años. "Estoy divorciada y vivo en la casa de mi hija, ella quiso llevarme porque vio que estaba muy complicada", puntualizó. Estuvo 13 años trabajando en un colegio como auxiliar de aseo, ese fue el puesto laboral más estable que tuvo en su vida. Después de eso siguieron trabajos esporádicos y en algunos de ellos ni siquiera le pagaban las cotizaciones. Jubiló hace dos años y el cálculo arrojó que el monto mensual que recibiría era de 78 mil pesos. "Recibí una carta de la AFP diciéndome que me acercara para obtener información de la jubilación. Pregunté si tenía derecho a algún beneficio, pero me respondieron que esa cantidad era la que me correspondía", indicó Ríos. La extrabajadora es usuaria del Consultorio Juan Pablo II, donde le entregan de manera gratuita algunos medicamentos, sin embargo, hay otros que debe costear de forma particular. "Tuve que hacerme una endoscopía particular, porque el hospital no tenía horas. Sólo en eso gasté más de 100 mil pesos, mi jubilación es de $78 mil. Mensualmente, necesito más de 20 mil, aunque es variable, porque me están recetando más cosas y los costos suben. "Mi hija insistió para que me fuera a vivir con ella, mucho tiempo trabajé lavando ropa y en cosas de ese tipo, aunque siempre impuse por el mínimo para no tener problemas. Esto me permitió arrendar la casa que tengo en 200 mil pesos, para así tener algo más de recursos", explicó. Incluso, añadió Ríos, le gustaría seguir trabajando contar con más dinero, pero no puede porque comenzó a sufrir artrosis, lo que le impide realizar las mismas tareas que antes.
"Tenía una pensión solidaria, pero cuando murió mi esposo en 2010, tuve que renunciar a ella, por que me dijeron que debía optar entre eso o la jubilación de mi marido". Amelia Henríquez Ramírez (75) contó que su esposo trabajaba en tareas de construcción en El Salvador y falleció de fibrosis pulmonar. La época que vivió, dijo, era de sueldos que se pagaban en escudos, sin tarjetas de jornadas laborales y ni las obligaciones que hoy exigen la ley a los empleadores. "Él (su marido) se cambió al sistema de AFP y por los estudios de mis hijas nos vinimos a Antofagasta. Cuando jubiló sacaba a fin de mes no más de 120 mil pesos después de trabajar toda su vida, pero ya nada podía hacerse", explicó. Cuando su esposo falleció a los 79 años, quedó con una pensión solidaria estatal que no superaba los 90 mil pesos, junto a la jubilación de marido. Pero un día la contactaron para informarle que no podía seguir cobrando ambas pensiones, por lo que eligió la jubilación, que era superior por unos $30 mil. Actualmente vive sola en la casa que compró el matrimonio cuando vivían en El Salvador. "Gracias a Dios mis hijas me ayudan en todo incluso mi yerno se hizo cargo de los gastos de la clínica cuando falleció mi esposo. También arriendo dos piezas que son un ingreso extra, si no tuviera estas cosas, no me alcanzaría para nada. Sólo en alimento y pagar los gastos de la casa ya no queda nada más de dinero, si uno se enferma es un drama", manifestó Henríquez. Lo que más le duele de todo este sistema, es ver a personas de su generación, quienes no tienen hijos ni más familia que los apoyen. "Ellos quedan desamparados, es una vergüenza, es triste, las jubilaciones y pensiones no alcanzan para nada. A estas alturas, estoy resignada, sólo me preocupa que mis hijas queden con malas jubilaciones".
Aunque jubiló hace sólo dos años, Judith Inarejo Honores (62) tuvo que "volver" a trabajar. Nació en Chuquicamata y llegó hace tres años a Antofagasta a vivir en una casa que heredó de su familia. Su vida laboral la desarrolló durante más de 30 años, prestando servicios de secretaría en diferentes empresas de la región. "Me jubilé con 70 mil pesos, a nosotros nos pagaban el sueldo mínimo de la época ", dijo. Poco antes de retirarse, su único deseo era terminar de trabajar y comenzar a vivir de los ahorros de toda una vida. "Como soy del sistema de AFP, no alcancé a pertenecer al sistema antiguo, ahora no tengo derecho a bono de invierno o aguinaldos", señaló. Cuando realizó los trámites para jubilarse y se percató del monto que recibiría cada fin de mes, de inmediato comenzó a buscar otro trabajo. "Con los 70 mil pesos que tengo nadie vive, ¿qué puedo hacer con esa plata?", manifestó la jubilada. Ante el complejo escenario que pronto iba a enfrentar, ingresó a trabajar como part time en una empresa de seguridad en turnos de día. "Toda mi vida trabajé por necesidad, nunca tuve tiempo para estar en mi casa y ahora debo seguir en lo mismo, además no recibo ningún beneficio", detalló. Ella vive con su esposo, quien trabajó 40 años sin registrar lagunas previsionales y jubiló hace tres años con 140 mil pesos. El dinero que alcanza a juntar con su marido, agregó, actualmente les alcanza para pagar los servicios básicos, a eso tienen que sumar más de $30 mil por los medicamentos de su esposo, quien es diabético e hipertenso. Esto no sólo implica que deben adquirir los productos recetados, también necesitan de una alimentación especial, que es más costosa, para evitar problemas de salud.
Pedro Orellana Alegre (77) nació en Chañaral (Tercera Región). Sus padres se separaron cuando era niño y vivían en Tocopilla. Tras el quiebre y con 11 años, decidió buscar a su madre, quien se había radicado en María Elena. Viajó hasta la oficina salitrera y comenzó a vivir con ella. A los 16 años inició su vida laboral en el Hospital de María Elena, en labores de aseo. Tras un largo periodo en el recinto de salud, pasó a desempeñar funciones de vigilante para una empresa contratista, ahí estuvo hasta 1996, cuando desde su AFP lo contactaron para planificar su jubilación anticipada. "Tomaron todos mis años de trabajo y me retiré. Ahora mi jubilación es como de 250 mil pesos", explicó Orellana. Casado y con dos hijos, en 2002 se trasladó hasta Antofagasta sólo con su esposa. Una de las ventajas con las que cuenta es su casa propia, gracias a los ahorros que durante casi 20 años invirtió en una cooperativa de María Elena. Esto le permite ahorrar el dinero de un arriendo, sin embargo, su salud consume una gran cantidad de recursos. Sufre de epilepsia y gasta 60 mil pesos mensuales en medicamentos. A eso debe sumar $25 mil más por unas pastillas que le recetaron por complicaciones cardiacas. "A esta edad, debo tener mucho cuidado en qué invierto cada peso, hay que cuidar la plata, la verdad es que no alcanza para mucho más que comer y comprar remedios", precisó el jubilado. Añadió que el problema del actual sistema de AFP es para los más pobres. "Yo ganaba cerca de 120 mil pesos y me preguntaba si quería imponer más, como un ahorro, pero qué más podía hacer, si me descontaban más dinero no me alcanzaba para vivir, es muy difícil ahorrar en esas condiciones".
"Si no fuera porque mis hijas me ayudan, no me alcanzaría para vivir" "Estoy viviendo con mi hija, de otra manera sería imposible " "Me jubilé, pero tengo que seguir trabajando para mantenerme"