Convivir con la inmigración
Es impresionante advertir que en nuestra región una de cada diez personas es extranjera. Aquello es un desafío relevante que exige esfuerzos importantes. Es infundado caer en discursos de odio, pero también debemos ser capaces de entender la incomodidad que parte de la sociedad local tiene con el fenómeno. Ello requiere un plan de educación.
Durante esta semana fue realizada en nuestra casa periodística una charla que abordó el fenómeno de la inmigración en la zona. No se trata de un asunto trivial, más bien, en general, abundan las pasiones y comentarios sesgados de ambas partes, es decir, tanto de aquellos que piden un mayor control, como de los defensores a rajatabla de una política de puertas abiertas.
Variadas mediciones realizadas por este mismo Diario dan cuenta que el arribo de extranjeros ha tomado por sorpresa al ciudadano común y también al Estado, que ha sido incapaz de prever el enorme flujo de países vecinos.
En realidad, nadie estaba preparado para advertir, por ejemplo, que los residentes formales crecerían, de 500 casos a 32 mil actuales en nuestra Región de Antofagasta.
La cifra total, se estima en torno a los 70 mil y eso es notable desde cualquier punto de vista.
Naturalmente -lo hemos dicho antes- los inmigrantes merecen oportunidades y en general le hacen bien a las naciones, por la fuerza, empuje, creatividad e ideas nuevas que proponen, pero sería necio pensar que el tema no ha registrado fricciones en la comunidad local. Ninguna sociedad está suficientemente preparada para impactos de esta magnitud, cuando uno de cada diez personas pertenece a otra nacionalidad, transformación muy breve en el tiempo.
Y un análisis de ese tipo no puede implicar estar en contra de esta realidad, tal cual lo leen algunos.
Aquello es tan nefasto como quienes, desde la otra vereda, censuran al extranjero, lo estigmatizan o generan discursos de odio que en nada contribuyen a una sana convivencia en una ciudad que siempre ha sido multicultural y con una fuerte impronta de distintas culturas.
No es cierto que los extranjeros cometan más delitos, es ofensivo identificar a una nacionalidad con la comisión de crímenes; tales prejuicios son errados y nocivos. Muchas veces tales realidades están alojadas en el miedo.
Sin duda estamos en un proceso de cambio, de transformación que debe sopesarse y analizarse en calma.