Cuando me pidieron que escribiera algunas líneas a propósito del 158° aniversario de Taltal, inicié un viaje profundo a la memoria de mi niñez, a los recuerdos de la familia, al cariño de mis padres, mis hermanas y mi hermano, a esos largos y cálidos días de infancia y la juventud que fueron el cimiento de grandes amistades que perduran hasta hoy.
Afloran con nitidez los recuerdos de la Escuela Hogar, sus profesores, compañeros, revistas de gimnasia, las imágenes y anécdotas de quienes que formamos los deportivos Oasis y El Caleta y los entrañables amigos del grupo de los Ocho.
Aun cuando hace ya varias décadas que me alejé del norte, mi vínculo con Taltal no se ha diluido. Vuelvo cada año, aunque sea por algunos días. Camino por sus calles, converso con sus vecinos, con los antiguos y también con los que han llegado desde otras ciudades para iniciar algún emprendimiento o para deleitarse con la vida tranquila que ofrece la ciudad. Y no vuelvo solo. Lo hago con mi familia, con mis hijas y nietos que han aprendido a disfrutar sus playas, a deleitarse con sus sabrosos congrios y sobre todo, a querer y honrar esta pequeña comuna costera que fue, y sigue siendo, mi casa.
Aquí, de la mano de mis padres, aprendí a comprender el mundo y aquí también, tempranamente, entendí que la actividad pública y la política eran el camino a seguir para contribuir a terminar con la desigualdad y construir progreso y bienestar.
Taltal bien representa a muchas pequeñas ciudades del país que, en el norte o en el sur, con la costa, los valles o la cordillera como entorno, sufren también los efectos de una centralización por partida doble: dependen de las decisiones que se toman en Santiago y dependen también de las determinaciones que se adoptan en las capitales regionales.
Por eso, más allá del esfuerzo de sus vecinos y de la gestión de su municipio, a Taltal y al resto del país le hace falta una descentralización efectiva, con poder de decidir, con traspaso de competencias y con la convicción total de que el desarrollo que esperamos para ciudades como Taltal no puede seguir tardando, de modo que su futuro brille con esperanza y optimismo.
No puedo más que dar gracias a Taltal y a su gente que siempre, y donde sea, me entrega su afecto y su apoyo.
Rabindranath Quinteros Lara
Senador de la República
Región de Los Lagos