Esperando el tren
Me veo en la estación de la esperanza, aguardando la llegada del tren. ¿Qué tren? ¿Acaso hay algún convoy en tu memoria, abuelo? La cara de sorpresa de mi nieto me conmueve. Divago, desvarío. Regresamos desde Baquedano, hasta donde llegamos para que los nietos vieran los trenes de antaño. Me corroe la decepción, la amargura.
En la casa de máquinas, locomotoras y carros están tirados, rayados, llenos de heces. No cabe duda de que alguien se soba las manos, pretendiendo venderlos por chatarra. Y es posible que eso llegue a suceder. Mientras toda la comunidad nortina habla de Sampaoli o Pellegrini, de Vidal o Alexis, los trenes se van yendo al purgatorio, como lo asevera el escritor talquino Hernán Rivera. Deslucidos, desaseados, descuidados a ultranza…
Esperando la última paletada, para que después "nadie diga nada".
Nadie que tome la iniciativa, como lo hicieran los sureños, con el "Tren de la Araucanía"… O como los colchagüinos, con el "Tren del vino".
Sueño con un convoy turístico, que salga desde Antofagasta y recorra hasta la oficina salitrera Chacabuco. Con música folclórica y estudiantinas a bordo, con gastronomía nortina (ni "sushi" ni "ají de gallina"). Con vino chileno. Con intérpretes de idiomas y con dominadores de la historia regional. Con fotógrafos que capten los mejores momentos. Con reparto de folletos. Un tren para volver a vivir la emoción de recorrer el desierto.
Para sentir el calor abrasador de la pampa, para retornar oliendo a salitre. Para aferrarnos, por una sola jornada a ese pasado que hemos relegado al doloroso olvido.
Me conmueve la realidad. A esos trenes los esperan los sopletes de oxicorte. Permanecen dolidos de tanto abandono y tanta suciedad. Mientras, hay muchos chilenos -adultos y jóvenes- que gustosos volverían a encaramarse en un convoy y viajar a esos lozanos tiempos del "Longino".
Yo, seguiré en la estación de la esperanza. Soñando que algún día, un pitazo me anuncie la llegada del tren.
Jaime N. Alvarado García