"Derecho penal y postmodernidad"
Durante meses hemos presenciado la discusión acerca de la denominada agenda corta antidelincuencia. La misma ya es una realidad que transforma, una vez más, materias relacionadas con garantías, derechos individuales, forma y extensión de pena, entre otras.
No es el caso, en estas líneas, detenerse en el contenido final de la ley aludida, sino levantar la vista, alejarse un tanto de la contingencia, y plantearse de modo decidido si ya es el modelo penal en general el que se transforma de modo tan drástico, continuo y expansivo, que es posible vislumbrar a lo menos destellos, de una nueva realidad penal.
Cuando se reflexiona en lo anterior, se parte de la base que nos hallamos regulados por un derecho penal de raíz liberal, que evoluciona en la modernidad. El mismo ha sido capaz de vencer las barreras de la venganza en términos puros, para instaurar sistemas de penas justas, que rescaten la dignidad humana y busquen un fin de reinserción o reintegración social, motivando al delincuente a apetecer una esfera extradelictual. El trabajo, la familia, la educación, aparecen como fines últimos. En un sistema como el descrito, no debieran tener cabida las pasiones del momento, ni las presiones de grupos que busquen romper las reglas que aseguran racionalidad en las decisiones.
Sin embargo, lo que vemos al día de hoy es que se erige como faro guía e inspira la política criminal, cuestiones tan relativas como la sensación de inseguridad, o las aparentes dificultades para resolver casos policiales. En este último punto, se está dispuesto incluso a claudicar en los derechos de la sociedad civil de controlar de modo directo a las policías, dotando a éstas de cierta autonomía bajo pretexto de resultados. Asimismo se concede a la pena fines diversos a la reinserción, marcando en ésta decididos tintes de inocuización.
Lo recién descrito bien podría tener rasgos postmodernos, que sin embargo plasman como insalvable dificultad la circunstancia de no explicar ni alterar las causas del delito. Esto finalmente conlleva un estancamiento del diálogo y transformación social, como herramientas de cambio en conductas indeseadas.
No obstante todo lo descrito, estamos los que seguimos abogando por el respeto a la libertad humana, confianza en la reinserción e integración de todos los ciudadanos al entramado social, y decir que si bien parecen lejanas, seguimos compartiendo lo que alguna vez Lüderssen caracterizó como el: "bueno, viejo y decente derecho penal liberal".
Mauricio Suazo Araya
Defensor Penal Público