El nuevo triunfo nacional en la Copa América tiene variadas lecturas y lecciones a la luz de lo ocurrido. A toda evidencia es absolutamente destacable el comportamiento de la oncena local, tanto por el objetivo cumplido, como por la forma en que aquello fue logrado.
La Roja no ganó a cualquier precio, ni con trampas, juego sucio, ni traicionando su espíritu de juego colectivo, base sobre lo cual esta generación ha cimentado la serie de victorias de los últimos años.
Es precisamente esa fuerza conjunta la que llama la atención de la oncena nacional, mucho más allá de las generosas individualidades que la componen. Debe decirse: nunca antes el país había tenido tal cantidad de profesionales a tan alto nivel, en las mejores ligas del planeta. Claudio Bravo, en el Barcelona de España; Arturo Vidal, en el Bayern Munich, de Alemania; Alexis Sánchez, en el Arsenal de Inglaterra y Gary Medel, en el Inter italiano.
A ellos se suman otros profesionales en equipos de la primera división española, alemana, francesa y holandesa, sólo por nombrar algunos. Vale decir, el rendimiento no es casual.
Pero es la unión del equipo la que ha sido mucho más fundamental en esta tarea y esa convicción es clave para entender que el todo es más que la suma de individualidades. Eso es lo que ha convertido al seleccionado nacional en uno de los teams más potentes del planeta.
Y esa característica bien puede ser replicada en cualquier ámbito, sobre todo en el mundo complejo de hoy.
Son los equipos los que triunfan, no las personas; ante las incertidumbres de la posmodernidad debemos estar conscientes que saber trabajar en grupo es fundamental y en ello, los éxitos de Chile, más allá de los trofeos, son evidentes en la convicción de aquello.
Buen mensaje, especialmente para Chile y nuestra ciudad de Antofagasta. Trabajando todos juntos en un propósito, respetando las diferencias, siempre seremos más y estaremos más cerca del objetivo que tengamos.
Tomar los buenos ejemplos de La Roja nos puede servir a todos en nuestras vidas.