Todo tiene su límite
"El movimiento estudiantil demuestra un actuar anárquico e iconoclasta".
Una mayoría ciudadana vio con simpatía y adhirió a las marchas estudiantiles que se iniciaron con la llamada Revolución Pinguina del 2006. Luego, más reflexivamente, continuó apoyando durante el 2011 los requerimientos básicos de estas manifestaciones. Las encuestas mostraban un alto grado de aceptación a las demandas estudiantiles de secundarios y universitarios. Sin embargo poco a poco en dichas movilizaciones comenzaron a aparecer sujetos con rostros cubiertos promoviendo desmanes, que fueron escalando hasta tornarse en verdaderas batallas campales y acciones atentatorias contra bienes públicos, privados e incluso vidas.
El reciente ataque a la iglesia de la Gratitud Nacional que derivó en la sustracción de la imagen de un Cristo que luego fue destruido y los destrozos dejados en la toma del INBA, no nos puede dejar indiferentes. Libros centenarios, salas de clases, laboratorios, computadores, oficinas administrativas y hasta el retrato del mismísimo Barros Arana fueron afectados por la furia irracional de quienes se esperaría un proceder respetuoso para con su colegio, el que representaría su segunda casa.
¿Qué movimiento se puede validar con actos delictuales en contra de su propio patrimonio? Los dirigentes sindican a grupos extra movimiento estudiantil, como los responsables de los actos vandálicos. Explicación inaceptable, por cierto, porque ellos son quienes incitan a las tomas y conocen perfectamente a sus bases, que son en definitiva las que se atrincheran dentro de los colegios y manejan la situación. Sobre todo, en el caso del INBA que es un internado, donde todos se conocen y se podría detectar de inmediato a elementos ajenos a él.
La ciudadanía ya se cansó. Las tomas, desalojos y retomas de locales son situaciones cotidianas. Se ha sobrepasado todo límite razonable y el actual movimiento estudiantil demuestra un actuar anárquico e iconoclasta. Hoy los estudiantes esgrimen cualquier argumento para continuar con sus marchas y tomas, desconociendo que en el país rige el estado de derecho, donde cualquier cambio estructural, como una reforma, debe ser consensuado por el más amplio espectro posible y aplicado con la gradualidad que la situación del país lo permite.
Carlos Tarragó
Presidente Pro Antofagasta