A tiempo de cambiar el rumbo
Como pocas ciudades, por las perspectivas futuras de nuestra región, Antofagasta seguirá creciendo, pero requerimos de un trabajo más programado y consensuado. A pesar de la riqueza, la ciudad y la región, aún no saborean el desarrollo. Pero quienes aquí vivimos, podemos tener la certeza de que se trata de un objetivo posible si se aúnan esfuerzos y compromisos.
"En este vasto y aridísimo desierto no hay una población arraigada: las familias son nómadas y nadie piensa en vivir por mucho tiempo en lugares donde no hay vegetación ni ninguno de los lugares de los atractivos que deciden a subsistir para siempre en estos inclementales lugares. Los chilenos y los europeos vienen atraídos por momentánea aspiración de mejoramiento de fortuna... En general pueden estas poblaciones ser consideradas como grandes campamentos de obreros, la mayor parte solteros y sin familias… Las poblaciones de Tarapacá y Antofagasta están en idénticas condiciones físicas y morales: vida en el desierto, habitantes nómadas, agrupaciones de obreros sin familia, etc. Hoy se levanta aquí una ciudad y mañana, agotado el caliche o el mineral, hay que deshabitarla y vuelve allí el desierto con todos sus horrores".
Las palabras pertenecen a monseñor Luis Silva Lazaeta, primer obispo de Antofagasta. El prelado llegó a nuestra ciudad en 1883 y aquí permaneció hasta su muerte, en 1929.
Para muchos, tales juicios hacen sentido respecto al presente de la ciudad. El desarraigo parece ser una especie de apellido permanente en esta joven tierra; sin embargo, siempre estamos a tiempo de revertir situaciones de este tipo en el entendido que nuestras posibilidades son mucho mayores que los problemas evidentes y que ciertamente deben ser resueltos.
No obstante, las centenarias palabras descritas al inicio deben ser también analizadas en su mérito y debemos dar cuenta de qué hemos hecho mal para que ese discurso aún haga sentido en tantos.
Debemos insistir: estamos a tiempo de cambiar el rumbo de construir una ciudad con una identidad potente, de alto estándar, con calidad de vida, lo que es posible si alguna vez empezamos a trabajar en conjunto, de verdad. Autoridades, sociedad civil, empresarios, inmigrantes. A todos nos conviene el éxito de Antofagasta y, mejor todavía, ése es un objetivo perfectamente posible por la calidad del material humano y las proyecciones futuras.
El futuro lo construimos todos, aquí y ahora.