Frase repetida, pero plenamente vigente: fue la crónica de una muerte anunciada. Me refiero, obviamente, a la salida de Jorge Burgos del Ministerio del Interior. En el fondo, la decisión no le extrañó a nadie que estuviera medianamente informado. Era obvio que tenía que irse más temprano que tarde de La Moneda. Y es un cuento lo del cansancio. Nadie deja un cargo tan importante para su ego por un supuesto agotamiento físico. La verdad es que a Burgos, como ha sido norma con los DC que han ocupado ese ministerio, simplemente la Presidenta no lo respaldó y lo ignoró siempre. La máxima expresión fue el viaje a La Araucanía, cuando a su ministro no le informó. Pero hubo varias más. Algunas muy conocidas y otras, no tanto.
¿Y ahora qué? Es sabido que lo reemplazó Mario Fernández, una persona a quien conozco muy de cerca y por la que tengo el mayor de los respetos. Le tocó un debut difícil, con marchas estudiantiles que se repiten hace seis años, con excesiva violencia y daños cuantiosos en la capital. La presencia del nuevo ministro no se notó. Aparte de haber demostrado que está dispuesto a dejar de lado sus propios principios por ser leal a la Presidenta, lo que Burgos no entendió. Fernández, de un rechazo total al divorcio pasó a apoyar el aborto en sus tres causales.
Lo extraño es que la Presidenta no haya aprovechado la oportunidad que le daban para hacer un cambio profundo de gabinete, que más temprano que tarde llegará. Nada de eso hasta ahora ha ocurrido y demuestra que la Mandataria no se ha percatado que la Nueva Mayoría hoy es la Nueva Minoría. Ella y los que la apoyan no cuentan con más de un 20% de respaldo ciudadano y aún así insisten en seguir adelante con sus reformas. Lo que por ende también es seguir adelante con la incertidumbre y la desconfianza de los inversionistas que está provocando cesantía y un frenazo al desarrollo económico del país. Porque, desgraciadamente, vienen tiempos peores y duraderos. Es probable que el Ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, sea el próximo en caer y que la ministra de Educación tenga que arrepentirse de sus palabras, anticipando que no habrá educación gratuita total hasta el año 2022 (Acaso no era ahora, ya, según se prometió en la campaña de Bachelet) y esto radicalizará aún más el movimiento estudiantil. Sólo quedar pensar en la malograda Iglesia de la Gratitud Nacional y pedir que Dios nos ayude.
Waldo Mora Longa
Exintendente Región de Antofagasta