Ahora el rasgo de vestiduras es mayor, pues hasta los particulares muestran "déficit" o estancamientos en la comprensión lectora. Pero, el dedo acusador también apunta a niveles superiores. No son pocos profesionales que muestran indiferencias por leer. La agitación del vivir aleja el leer. Las interpretaciones del fenómeno llueven entre los doctos, brillantes análisis en "la problemática", plagados de mediciones. Pero, reina la opacidad, por decir lo menos, "en la solucionática".
Cedamos que podríamos avanzar unos puntitos en las matemáticas, pero en la disciplina "más blanda", comprender nuestro idioma, ¿por qué decaemos? Reconozcamos que esta "blanda disciplina" requiere "de una tierra porosa" que la reciba, vale decir, personas con inteligencias formadas en sensibilidad de percibir, que además de leer palabras, vean los significados, que además de captar significados los integren, ver un cuerpo de mensajes, de ideas.
Intelecto "intus=dentro, lecto=lectura", es leer por dentro. Sin embargo, nuestra cultura de vida es epidérmica, ve la superficie, las apariencias, efectista, inmediatista, "abducida" por las metas, resultados. Pero, el intelecto está dotado para penetrar las apariencias, va a las raíces, procesa, cierne, "madura", es reflexivo.
¿Por qué nuestro sistema educativo es atrofiante?: ignora que somos cuerpo, alma, espíritu. Confunde enseñar con aprender. Se enseña horas y horas, sin el tiempo necesario para aprender por sí mismo, para pensar, cuestionar, asimilar, retro alimentarse.
Sin cambios profundos en pedagogía, todo va al resumidero. ¿Por qué las Academias Escolares son tan fructíferas?: son la llave para salir del pantano, pues el educando asume plenamente su rol de aprendiz, de crear y recrearse, aprende a compartir los aprendizajes. Estas habilidades sensibilizan las percepciones y sus lecturas son el agua para la sed de descubrir y descubrirse.
Estudiar para despertar es la motivación esencial para desarrollar y henchir el espíritu, para recrear las realidades y la Palabra y sus verbos se tornan la luz y la sal del vivir.
Pedro Aranda Astudillo
Académico