¿Otro "21"?
Es la misma fecha, pero festejada con distintos matices. Aquí, con mezquindades, restricciones y escaso entusiasmo. Allá, con el corazón, desde el primer al último ciudadano. Iquique se desvive cuando se conmemora el épico combate y todos -con escasas excepciones- se consideran herederos de la brava tripulación de la Esmeralda… Todos se sienten subalternos del capitán Prat. Cada iquiqueño vibra, se emociona y palpita con la homérica gesta y desde los días previos se palpita la cercanía de la fecha.
A partir del desfile de los estudiantes, que comienza a las 08:30 horas, el puerto se desvive. Todos los niños lucen trajes de marinero. ¡Los párvulos son todos tripulantes de la Esmeralda"! Se suman los bomberos, colectividades, los scouts, deportistas y las agrupaciones, sociedades y entidades diversas. Nadie quiere quedar fuera… ¡Se diría que Arturo Prat es iquiqueño!
Los fuegos artificiales dan la bienvenida en la víspera del 21. Y desde temprano, el muelle se repleta de improvisados marineros/pasajeros, que tripulan lanchas de paseo para sumarse al homenaje, junto a la boya donde se hundió la vieja "Mancarrona".
El mar se llena de ofrendas florales. Flotan claveles rojos, confundidos con las "siempre vivas". Los silbatos de señales y las descargas de artillería inundan el aire con un especial olor a pólvora. Se hace el silencio, mientras los pitos de las naves ensalzan el instante en que la "Esmeralda" se hundía, con el pabellón flameando, clavado a la cangreja. Hay lágrimas en algunos… Otros, agitan pañuelos blancos. Las radioemisoras entonan marchas y un canal local transmite todos los actos en vivo…. Para repetirlos en los días siguientes.
Iquique se desvive cada 21 de mayo. El ánimo no decae, el fervor y el patriotismo tampoco. El cariño patrio contagia incluso a los extranjeros.
El festejo iquiqueño me conmueve… Pero también me duele. Nosotros, los antofagastinos estamos -año tras año- más apáticos y menos comprometidos con nuestra historia. ¿Qué hacer?
Jaime N. Alvarado García