Narrativa de la costa
Aunque al arribo de los hombres que, en los primeros tiempos, vinieron a poblar el Norte Grande se hizo por mar, éste tiene escasa presencia en las obras literarias. La travesía hacia tierras nortinas se utilizaba para detallar el espectáculo de hacinamiento, promiscuidad y arbitrariedades cometidas en navíos que, de puerto en puerto, desembarcaban sus cargamentos de mercancías, "enganchados" y otros viajeros.
La recalada se tornaba en fuerte motivación para describir la urbe costera -"un colmenar rumoroso vibrante de actividad"- y para resaltar las diversas faenas que le son características. De modo simultáneo, era oportunidad para realzar ese signo cosmopolita que marcaba la vida porteña del Norte.
La actividad marítima, en principio, es juzgada como resultante del progreso industrial, de tal modo que no transcurre mucho tiempo sin que la vida en los puertos llegue a constituirse en un referente típico de una época ida.
La antigua presencia de cien o más navíos que recalaban en esos puertos, pasó a ser una alusión en boca de personajes que, por edad y posición frente a la vida, la exponían y reiteraban: "Todo era más o menos igual… antes los mástiles parecían bosques, y si en Taltal era escasos, en Antofagasta el bosque crecía y en Tocopilla el marítimo podía poner un pie de un barco a otro, sin mojarse ni ocupar el bote", como lo señala el nacido en Gatico, Luciano Cruz, en su cuento "Mis hermanos".
Al paso del tiempo, los escritores fijaron su atención en el mar como un elemento capaz de reflejar el íntimo anhelo de libertad de los hombres y su sed de aventuras. En tal sentido esta literatura da cabida a otro tipo de preocupaciones. Una suave brisa de inquietudes existenciales se deja sentir, mostrando la intimidad de seres que se desplazan por muelles, salones y bares, donde se capta una romántica atmósfera. La vida de éstos se desenvuelve al compás de evocaciones que recrean lugares remotos y exóticos, pero anclados en el pretérito.
Osvaldo Maya C.