En tiempos de retroexcavadoras, la muerte de Patricio Aylwin nos recordó que es posible construir un país en base al perdón y a la amistad, que la política fundada en el realismo antes que en el maximalismo genera desarrollo para toda la sociedad.
En este sentido, el gobierno de Aylwin fue ejemplar y fundado en la amistad cívica y en el perdón como eje para construir el futuro. Porque, los gobiernos que son ejemplares no caen en la falsa preocupación de justificarse mediante miles de iniciativas sin conducción, sino que son capaces de mirar hacia el futuro.
En el gobierno de Aylwin la prioridad no era el "programa" sino el país; no era un gobierno con mandato de demoler lo que existía, sino de reencontrarnos como chilenos y sanar las heridas que dejara el Gobierno Militar.
Era un gobierno que miraba hacia la década y no hacia la elección siguiente. Fue un verdadero gobierno nacional, porque los que merecen esa denominación no se constituyen con ministros de todos los sectores, sino que buscan un espíritu verdaderamente chileno, de unidad, con independencia del color político.
La herramienta que tantas victorias le dio a Aylwin fue el diálogo. Comprender que el país no se construye sobre la mitad más uno, sino respecto de todos y cada uno de quienes residen en el país, sean chilenos o no.
Todos nosotros poseemos el mismo derecho a construir nuestro país, pues la política, como bien lo entendió Aylwin, trata sobre los acuerdos y la unidad y no sobre un conflicto que debe ganarse conquistando una mayoría circunstancial. Y es en esto que radica precisamente la virtud que debemos, todos los sectores, tomar: fomentar el diálogo, el encuentro y el acuerdo antes que aplicar mayorías como medidas de presión.
Patricio Aylwin fue un demócrata. Un hombre comprometido con su país y sobre todo, un hombre con sentido de la política, la justicia y la República.
Será Dios y la historia quienes juzguen sus actos, pero al menos hoy, ya habiéndolo despedido, podemos estar seguros, orgullosos y confiados de que partió uno de los hijos más ilustres de nuestro país. Ahora, nuestra tarea es ser dignos hermanos de tan virtuoso y noble patriota.
Paulina Núñez Urrutia
Diputada de la República