JORGE ROJAS VALLEJOS
Una definición de locura -atribuida comúnmente a Albert Einstein- es hacer la misma cosa una y otra vez esperando resultados diferentes. La humanidad ha intentado disminuir la pobreza y la desigualdad, principalmente, a través de políticas redistributivas. Éstas consisten, básicamente, en aumentarle los impuestos a los sectores más ricos de la sociedad, para luego hacer transferencias a los más vulnerables y de bajos ingresos. Estas transferencias pueden tener diversas formas, las dos más usuales son bonos en dinero y subsidios. También existen formas más radicales, como reformas agrarias que transfieren, derechamente, la propiedad de la tierra de un grupo a otro. Si bien estas políticas pueden disminuir la desigualdad en el corto plazo, nada garantiza que su efecto sea permanente.
Podemos observar que para aplicar la idea de redistribución, debemos responder dos preguntas esenciales: ¿A quién se le aumentan los impuestos? y ¿cómo se usan estos impuestos? La respuesta a estas dos preguntas, generalmente es más política que científica. Esto no es un problema en sí mismo, pero podría llegar a serlo, dependiendo del nivel de madurez de las sociedades y sus democracias.
¿A quién se le aumentan los impuestos?
Esta pregunta no es nada fácil de responder en un mundo tan globalizado como el de hoy. Los impuestos distorsionan decisiones y esas decisiones cambian la actividad económica. Un impuesto a las utilidades de una empresa minera es muy distinto a un impuesto al ingreso salarial o al consumo. Sus efectos serán diferentes, de allí la importancia de aplicar métodos rigurosos de análisis, y no sólo la visión política.
Thomas Piketty, en su libro "Capital en el Siglo XXI", propone que debería existir un impuesto mundial al capital. La razón para ello guarda relación con el hecho de que cuando las personas más ricas observan que se le suben sus impuestos en un determinado país, entonces pueden decidir cambiar su actividad a otro país con menores impuestos, algo que, de hecho, se observa en la realidad.
Por lo tanto, reformas tributarias populares pueden terminar con efectos contrarios al deseado. La ciencia económica dicta que los impuestos que se deben aumentar son aquellos que disminuyen externalidades negativas, como la contaminación, o que distorsionan poco los mercados. Es un principio muy sencillo, pero poco considerado, muchas veces, dada la predominancia de la visión política y populista, por sobre el conocimiento técnico.
¿Cómo se usan estos impuestos?
Los gobiernos tienen dos opciones: gasto en consumo de bienes y servicios, o inversión en infraestructura y capital humano. Académicos destacados como Stephen J. Turnovsky, Cecilia García-Peñalosa y otros, han argumentado que lo más efectivo para disminuir la pobreza y la desigualdad es invertir en capital público, como caminos, industrias, hospitales, colegios, etc., y capital humano, es decir, educación escolar, técnica y universitaria. Sin embargo, los gobiernos de todos los colores políticos tienden a gastar en consumo. ¿Por qué? Porque tiene efectos inmediatos y es popular. Los gobiernos tienen que ganar elecciones cada cuatro años y eso tiende a reemplazar el objetivo de largo plazo, que es la obtención de una sociedad más equitativa, por uno de corto plazo, que es ser reelegido.
La desigualdad es, sin duda, un asunto importante y debe ser abordado. ¡Chile es uno de los países más desiguales del mundo! Un índice ampliamente utilizado para medir la desigualdad es el coeficiente de Gini. Un coeficiente igual a cero significa igualdad perfecta, en donde cada miembro de ese país tiene exactamente el mismo ingreso, mientras que un coeficiente igual a 100 es el escenario en que un miembro concentra todo el ingreso y el resto no tiene nada. El coeficiente de Gini en Chile para el año 2011 fue de 48 puntos, mientras que en Estados Unidos fue 37 (algo que ellos encuentran escandaloso), en Australia fue 33 y en Finlandia fue 26.
Otra forma de medir la desigualdad es a través del ingreso por grupos. El 10% más rico de Chile en el año 2009 obtuvo un 42% del ingreso total del país, ¡mientras que el 10% más pobre se llevó menos del 2% del ingreso nacional después de transferencias! En resumen, tenemos un problema y desde hace muchas décadas.
Existe algún grado de acuerdo respecto a que este problema se puede resolver a través de la educación. La pregunta es qué tipo de educación. James Heckman, Premio Nobel de Economía, ha mostrado que lo mejor para disminuir la pobreza y la desigualdad es invertir en la educación pre-escolar y básica. ¡Que los niños aprendan a aprender! Lo que debemos hacer es pre-distribuir habilidades y talento entre nuestros niños, aunque ellos no puedan marchar ni votar, ellos deben ser nuestra prioridad.