Antofagasta, la ciudad donde nació la poetisa Gabriela Mistral
LITERATURA. Hoy se cumplen siete décadas de la entrega del Nobel y 104 años desde que utilizó el seudónimo de 'Gabriela Mistraly' (así, con 'y' al final) en el texto 'El Rival', publicado en El Mercurio de Antofagasta el 1 de octubre de 1911. Aquí trabajó casi dos años.
Cuando el Rey Gustavo de Suecia hizo entrega del premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, en la Casa de Conciertos de Estocolmo, pocos podrían pensar que algo más de dos décadas antes, Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, tenía entre otros motes el de 'la rara', cuando ejerció como docente e inspectora en el Liceo de Niñas de Antofagasta.
Es que la premiada escritora tenía una personalidad definitivamente fuera de los estándares de la época. Fumaba en privado y en público, representaba una personalidad algo solitaria, pensaba y comentaba temas impropios para las mujeres de la época, junto con tejer grandes amistades con varias personalidades de la Logia Masónica, una institución que por esos años estaba rodeada de mitos y cuestionamientos de la Iglesia. Pero ella era una intelectual de tomo y lomo.
Quien por esos años comenzó a firmar sus escritos como 'Gabriela Mistraly' ya demostraba que su personalidad no era nada de común.
Al norte del país
Antofagasta era a inicios del siglo pasado una ciudad pequeña, pero conectada al mundo con el boom del salitre. Cada mes eran cientos los barcos que arribaban a la zona desde todas partes del mundo, trayendo mercancías y llevándose el oro blanco de las oficinas de la Pampa.
El tren nos comunicaba con el resto del país y cuya manifestación más potente eran los 'enganchados' del sur.
La pobreza era evidente, junto con el temor a la plaga de la viruela, que en particular había azotado a Tocopilla y varias salitreras. En Antofagasta, un lazareto daba cuenta de la magnitud del problema sanitario provocado por ese mal traído desde Ecuador.
Los chinos eran carniceros; los yugoslavos, almaceneros; los españoles, tenderos; y los chilenos, empleados, escribió Mario Bahamonde, el exdirector del Liceo de Hombres, en relación a aquellos años.
A esta ciudad, el mediodía del miércoles 11 de enero de 1911, llegó la joven Lucila y sus ojos verdes, con apenas 22 años a cuestas. Godoy desembarcó en las costas de Antofagasta, a bordo del Panamá, un vapor que transitaba desde Valparaíso a Guayaquil. Exhausta después de realizar un largo periplo desde el puerto de Valparaíso, pero consciente que su misión es forjar y estimular el aprendizaje de las niñas de la ciudad.
"Sobre las olas azules
ágil se desliza el barco.
Allí una mancha sombría
delata al terruño agreste
a la pupila que ansía descubrirle…".
Así describió la Mistral su imagen de la ciudad.
Pero el terruño no le era tan ajeno. Gregorio Godoy e Isabel Villanueva, sus abuelos paternos, eran oriundos de la zona y eso de algo debió servirle.
Godoy Alcayaga ya en este tiempo incursionaba en el mundo literario y estaba dotada de una interesante experiencia pedagógica al ser profesora en las ciudades de La Serena y en la comuna de Cerrillos, pese a su juventud, cita el libro "Recopilación de la obra mistraliana" de Pedro Pablo Zegers.
La joven se incorpora a sus actividades como inspectora y profesora de castellano en el Liceo de Niñas (hoy conocido como Marta Narea Díaz). Para ese año el establecimiento tenía 204 alumnas y funcionaba en la calle Bolívar 654 (entre Matta y Ossa), edificio que era propiedad del empresario Zacarías Gómez.
Aunque este último dato pudiera parecer intrascendente para muchos, reviste importancia. Con el tiempo Don Zacarías se transformó en estrecho amigo de Gabriela y en la persona en que confió sus secretos, sus bienes y también sus sueños, relató la periodista Claudia Alarcón en un reportaje de 2002.
Primeros escritos
En Antofagasta, la señorita Lucila Godoi Alcayaga (sic) ejerció como inspectora general y profesora de Castellano en el Liceo de Niñas, compartiendo con otros célebres antofagastinos, como el doctor Ismael Larraín Mancheño (uno de los encargados del lazareto que existía entonces), quien hacía la cátedra de Ciencias Naturales, la profesora de francés, Berta Rencoret; bajo la dirección de Fidelia Valdez Pereira.
El Mercurio de Antofagasta citaba el 4 de agosto de 1911 la primera noticia conocida de la Mistral en tierras nortinas:
El exprefecto interino, Guillermo Ávila y carabineros habían visitado el Liceo, el cual contaba con pocos alumnos, producto del azote de la viruela.
"La primera sala que se visitó fue la del III año de Humanidades, en la que hacía clase en esos momentos la señorita Lucila Godoy Alcayaga, profesora de Castellano. Llamó la atención de los visitantes, el método práctico que emplea la profesora nombrada para despertar a sus alumnas el interés por el estudio, haciéndolas conocer trozos delicadamente escogidos y formando en ellas el buen gusto literario. Al retirarse de la sala, los visitantes felicitaron con entusiasmo, tanto a la profesora, como las alumnas, que rivalizaban en inteligencia y vivacidad".
Así, a pocos días de su llegada, el 14 de enero, publica su primer artículo en El Mercurio de Antofagasta, "Navegando", el cual aparece erróneamente firmado como Aníbal Godoy Alcayaga. El detalle es corregido al día siguiente.
Pocos días antes el director del Diario en ese entonces, Fernando Murillo Le Fort, la había invitado a colaborar con el matutino y Lucila accede gustosa publicando cuentos, poemas y crónicas.
Pero también llegó la tragedia. Estando ella en Antofagasta, murió su padre, don Jerónimo Godoy el 30 de agosto de ese mismo año en el Hospital de Copiapó. Fue enterrado en la fosa común del cementerio del poblado.
Para Mistral fue inevitable recordar que dos años antes, otro dolor le había golpeado muy duro con el suicidio de su novio, Romelio Ureta, lo que marcaría su estilo de amor y muerte.
Pero la vida continuó.
El 1 de octubre de 1911, este Diario publica "El rival" un extenso cuento firmado por, hasta ese entonces, una desconocida Gabriela Mistraly, con 'Y' final. Esta es la primera publicación oficial de la poetisa con el seudónimo que le haría famosa años más tarde.
Definitivamente es acá donde la futura nobel creó su ilustre seudónimo.
Cabe recordar que este nombre fue compuesto por la docente en homenaje a sus poetas predilectos, el italiano Gabriele D'Annnucio y el galo Frédéric Mistral.
El día 15 del mismo mes volvió a utilizar su seudónimo en el texto 'Evocando el terruño', donde traslucía cierta soledad y remembranzas de su zona.
Pero, al tiempo habla con sorpresa de Antofagasta y el desierto.
"Aquí la naturaleza no quiso colaborar con el hombre, pero el hombre levantó un pueblo a pesar de ella, y no un pueblo de segundo orden, sino una gran ciudad que ha vencido a todos los puertos del norte...", escribe por esos años.
Legado
Mistral colaboró con este Diario durante los casi tres años en los que se mantuvo radicada en Antofagasta, entre sus poemas que fueron impresos en el matutino destacan "Las escuelas del bosque", "Evocando el terruño", "Cuentos", "El saludo de las gaviotas", entre otras.
Fumadora, bebedora de café y gran conversadora, eran otras de sus características; pero nunca grave o malhumorada, como algunos la ven.
Marie Lise Gazarian, profesora de español y académica de literatura latinoamericana escribió de ella: "Tenía una sonrisa que ahora ustedes pueden apreciar a través de esta hermosa colección. Gabriela era una persona con sentido del humor, alegre, totalmente desprendida de cosas materiales. Leía mucho, especialmente biografías y libros de historia con ilustraciones y dibujos de animales o plantas".
El libro del educador Mario Bahamonde, 'Gabriela Mistral en Antofagasta', entrega otras luces. "Ella se decía 'patiloca'", aunque el exdirector del Liceo de Hombres la define como "aventurera literaria".
"Son años de forja de su carácter tan especial y de valentía para enfrentar su lucha diaria, tanto en lo humano, como en lo profesional, en medio de circunstancias que no siempre le fueron favorables", escribió el intelectual antofagastino.
La literata abandona la ciudad en junio de 1912, alejándose del lugar que le inspiró para tomar el nombre que la llevaría al máximo olimpo de la poesía mundial. A pesar de tomar distancia física de Antofagasta, sus escritos continuaron publicándose en el Diario.
Indudablemente que su paso no fue en vano. En el período que vivió en Antofagasta comenzó su primer libro "Desolación", obra publicada 11 años después y de acuerdo al testimonio del entonces director de este Diario, Fernando Murillo Le Fort, aquí Lucila le dio forma a uno de sus afamados "Sonetos de la Muerte".
Para esa época denotaba una pena profunda. A juicio de Gerardo Claps, "la señorita Godoy no exhibía su riqueza interior ni dejaba traslucir su hondura. Por el contrario, una tosca apariencia ocultaba su belleza y luminosidad", se recogió en un reportaje anterior de este mismo Diario.
"Yo no aprendería ni a lavar la ropa ni hacer la comida y ni siquiera creo que ayudaba a arreglar la habitación. Yo supe que si obedecía a esa voluntad de volverme criatura ama auxiliar de una casa en que bastaban mi madre y mi hermana yo estaba perdida".
Gabriela Mistral
"Aquí la naturaleza no quiso colaborar con el hombre, pero el hombre levantó un pueblo a pesar de ella, y no un pueblo de segundo orden, sino una gran ciudad que ha vencido a todos los puertos del norte".
Gabriela Mistral