Mi niñez
Mientras hoy los niños se entretienen con la televisión o videos, hace algunas décadas la infancia era un periodo donde se jugaba a los cowboys, a las bolitas y al trompo, o bien a interpretar a personajes de aventuras como El Zorro, Tarzán o Robin Hood.
Yo, en cambio, era aficionado a jugar a las bolitas, al volantín y al trompo. Cuando recuerdo mi infancia, no deja de sorprenderme que, hasta no hace mucho tiempo, ese período era muy diferente.
Mi infancia en Antofagasta, mi ciudad natal, fue triste y feliz al mismo tiempo. Triste, por la pérdida de mi madre cuando yo iba a cumplir recién siete años. Feliz, porque tuve un padre ejemplar y una familia materna que me llenó de sueños la infancia. Gran parte de lo que soy como escritor me parece que es como el eco de las historias que yo les escuchaba de niño, especialmente a abuelita Delfina y a tía Delia.
Cuando pequeño fui futbolista y atleta. Incluso, fui campeón escolar del norte en 100 y 200 metros planos. Pero hacia los 11 ó 12 años, ya había empezado a escribir y encontré este juguete maravilloso. Desde entonces, he seguido jugando. Creo que a los 75 años, no he variado y que sigo siendo como era a los 11, con los mismos sueños e inquietudes y hasta con las mismas viejas lecturas.
En mi barrio antofagastino teníamos un sentido familiar. Era habitual que, al atardecer, nuestras familias sacasen las sillas a las puertas de la casas y tomasen el fresco de la tarde, mientras los niños jugábamos. Eso nos dio un sentido solidario muy importante.
A mi juicio, la niñez de hoy es distinta solo por los juegos. Nosotros teníamos a nuestro favor el cielo, donde elevábamos volantines, y la delicia de ver dormirse a los trompos. Yo instalé un mirador en el techo de mi casa, donde me refugiaba para mirar el mar. Vivía encaramado en las alturas y allí me iba a leer.
Pese a ello, estoy convencido que solo los juegos han cambiado, pues los niños son los mismos de siempre.
"De la vieja tarde de mi infancia / vuelve a salir el Mar hacia mis manos".
Andrés Sabella