La vida se ha transformado, como no, en un simple guarismo. Un número que pretende resumir lo que visualizo como mi futuro a partir de un cierto momento de mi vida. Mi existencia sometida a un frío cálculo estadístico que alcanza un número que operara como designio respecto de mis niveles de pobreza futura.
La paradojal noticia indica que las expectativas de vida se han incrementado de manera importante para los chilenos, que a duras penas y contra la colusión de las farmacias, logran extender su existencia para así vivirla con mayores indicadores de pobreza y muchas veces en la soledad de quien ya no es útil en la lógica de la producción.
Si esta noticia que debería alegrarnos nos afecta a nivel país, en la región nuevamente, nos afecta de manera más dura dado que el guarismo de las expectativas de vida es el factor que divide el monto que ha logrado sobrevivir a la codicia de AFP y compañías de seguro y este define el monto de mi pensión. Pero las expectativas de vida en la región son inferiores a la media nacional, hecho de la causa, y sin embargo en el cálculo usan la media nacional de tal manera que aunque todos saben que vivimos menos que el resto del país, igual nos dividen por el número nacional y nuestras pensiones cada vez disminuyen más.
Esta práctica, particularmente misógina, afecta a las mujeres con mayor intensidad y las castiga con más fuerza dado que cotizan, cuando lo hacen, por menos tiempo y por otra parte viven más, por lo que una mayor cantidad de ellas queda sólo al amparo de la pensión que el Estado les procura dado que es mentira que el sistema de AFP tenga un pilar solidario como su publicidad engañosa, una vez más, sugiere.
Nos morimos antes, la pensión cada vez es más baja, pagamos precios más altos y después nos preguntan por qué estamos molestos cuando en realidad somos la región con ingresos promedios más altos del país, casi europeos. En definitiva, las estadísticas hacen con nosotros lo que quieren, es la fórmula engañosa que transforma mañosamente los avances macroeconómicos en falsas victorias microeconómicas. Así seguimos viviendo esclavos de esa ficción que dice que si mi vecino tiene dos autos y yo ninguno estadísticamente ambos tenemos uno.
César Trabucco
Sociólogo y académico Universidad de Antofagasta