Rotos y nortinos
El tema de quienes somos los chilenos, o mejor cómo somos, ocupa buena parte de las preocupaciones de escritores y ensayistas. Desde Nicolás Palacios a Benjamín Subercaseaux, pasando por Jorge Larraín y Renato Cárdenas, hay una constante referencia al roto como prototipo del chileno.
El primero lo ubica en el rango fundacional de nuestra raza y cultura, siendo los sectores más pobres los que han monopolizado esta acepción. Para el segundo, el personaje tiene determinadas connotaciones que caben en la ambigüedad.
El autor de Chile o una loca geografía, es más extenso a la hora de adjetivar a este prototipo. Estas y otras observaciones corresponden más bien a una construcción de un tipo ideal, elaborado desde Santiago y con cierto tono aristocrático, y que, no toma en cuenta consideraciones locales. Se ha tratado de generalizar la cuestión hablando de roto pampino. Pero, que se sepa ningún hijo del salitre, se reconoce como tal. Son solo eso: pampinos. Ningún iquiqueño o chilote se percibe como tal. Ésta es una apreciación más ligada al centralismo y a la mirada del extranjero, que nos ve con ese rótulo. En Iquique, por ejemplo, sólo una vez al año, se le recuerda con una Maratón. Y de ahí no pasa.
Se le debe a Mario Bahamonde y a Luis González Zenteno entre otros, el haber contextualizado en términos nortinos nuestra idiosincrasia. El autor de Los pampinos, establece un símil entre el hombre nortino y el tamarugo. "Este soporta los embates de la adversidad, del sol, la fatiga y la sed. Y no hace alarde de su vitalidad", concluye. El nortino, afirma Mario Bahamonde, "es hijo de la aventura y no de la tradición, pero es un hijo legítimo, con todos los honores del aventurero, desde los remotos abuelos españoles hasta los más recientes transeúntes del destino zonal. Y lo que ocurre es que, además de ser hijos de la aventura, son hijos del olvido que es peor". En todo caso, y a la luz y sombra de este nuevo siglo, poseemos otras peculiaridades.
Bernardo Guerrero