Es la naturalización de la violencia una palabra que ilustra la más cruel de las realidades de una sociedad, que es la de acostumbrarse a aquellas acciones que enaltecen y validan la agresión en todas formas y expresiones, como una manera de resolver los conflictos humanos tanto de forma individual como grupal, generando más caos social.
Ahora bien, si miramos la cultura imperante donde crece una persona, entendida como aquella que transmite valores o normas, en ella serían factores indisolublemente la expresión de las formas benignas o malignas referentes a la agresión.
Del mismo modo, el modelo de familia y tipo de crianza, puede ser predictor no sólo de la violencia sino de conductas delictivas tempranas; por cuanto el clima socio-familiar influye en la formación y desarrollo de las conductas agresivas.
Por ende, diversos profesionales de la salud mental y antropología social, han consensuado que la violencia al ser naturalizada en las sociedades puede transformarse en una forma de vivir, de comunicarse y de resolver los problemas; la cual puede llegar a validarse como una forma de conducta "normal", respaldada por los costumbres populares.
Pero queda claro que la violencia es un fenómeno perjudicial para cualquier sociedad; llegando inclusive a transformarse conductas violentas en un delito sancionado por nuestras leyes vigentes, sanciones que no están ajenas a los adolescentes que son responsables ante la ley desde los 14 años.
Es por lo cual, que las políticas sociales debiesen focalizar la atención en la incorporación desde etapas tempranas, como prescolares que permitan la incorporación de la conciencia ética-social. Lo anterior permitiría detectar casos que necesiten ser intervenidos preventivamente a nivel individual y familiar; apoyado por un trabajo en red de difusión e intervención multidisciplinaria, entre centros educativos.
Se hace preciso enfatizar que cuando se asienta la violencia en la sociedad esta modifica el contexto en que viven las personas y con él su salud y por tanto su calidad de vida, primando entornos menos reflexivos y más inseguros.
En suma, debe ponerse el acento en la prevención de la violencia más que en su represión y donde se coordine el control formal e institucional con el control social no formal.
Golda Barrientos Bellone
Psicóloga Unidad Defensa Penal Juvenil Defensoría Antofagasta