"Es incomprensible el paro de que tienen promedios de sueldo de un millón 23 mil".
Mahmud Aleuy
Subsecretario del Interior criticando paro en Registro Civil
"Ningún ministro mostró una oposición a estudiar una nueva Constitución".
Milton Juica
Vocero de la Corte Suprema tras cita con la Presidenta Bachelet
La memoria chilena suele ser frágil. Lamentablemente, esta suerte de verdad asumida es más cierta cuando se trata de nuestros éxitos, cuando hablamos de aquello que incluso no hace grandes como sociedad, eso que nos puede marcar para ser mejores. Paradójicamente, nos hemos acostumbrado a tener en el recuerdo, muchas veces sin "institucionalidad" alguna varios momentos.
Octubre perfectamente podría ser recordado como uno de los meses que registra una de las historias de vida más grandes que recuerde la historia moderna. Un día 13, hace cinco años, se completó el rescate de los 33 trabajadores que quedaron atrapados en la Mina San José. El hecho ocurrió en la Región de Atacama, a poco más de 40 kilómetros de Copiapó.
El rescate fue un logro que se reconoció mundialmente. El poder salvar a estos mineros, que estuvieron bajo tierra, a casi 700 metros de profundidad, fue un trabajo que terminó elevado a la categoría de epopeya. Así lo reconocieron miles de periodistas que llegaron a la zona hace cinco años, y que pusieron a Chile en los ojos de todo el planeta, por un suceso positivo, ejemplar.
A pesar de las dimensiones de este acontecimiento, cuya audiencia mundial superó los mil millones de personas y abrió nuevos horizontes respecto al uso de redes sociales e Internet en la difusión de noticias, Chile parece haberse quedado sólo en aquel "minuto de gloria".
Más allá de los reclamos del mediático minero Mario Sepúlveda ante la poca atención de parte del Gobierno al quinto aniversario del rescate, lo cierto es que en la percepción global de esta historia parece diluirse año a año.
El rescate no es patrimonio de personas, de gobiernos o de personas. Así como ha ocurrido con las grandes epopeyas de Chile, es el resumen de la voluntad humana, de la esperanza y de aquella lucha por alcanzar un objetivo que estaba por sobre los recursos o la técnica.
Es de esperar que nuestro país no olvide nunca el espíritu de un acontecimiento que a veces, parece cobrar más valor en el resto del mundo, que dentro de nuestras fronteras.
Quedó solucionado por completo acuerdo entre las partes, un juicio pendiente entre compañías salitreras. En concreto se acordaba que pronto entrarían en actividad las oficinas: California, Tres Marías, Tricolor, Flor de Chile y Moururia. Entre las cinco producirían 225 mil quintales de salitre al mes, según lo dijeron.
Tres expertos en asuntos polares de origen británico murieron a 400 kilómetros de la base antártica de ese país. El hecho se produjo luego que el tractor en el que viajaban cayó por una hendidura de hielo. Sólo hubo un sobreviviente que viajó por varios días en un trineo tirado por perros para dar la noticia a la policía.
A principios de año el tenista chileno Nicolás Massú se propuso como meta terminar entre los cincuenta mejores del planeta. Y el plan fue cumpliéndose más rápido de lo presupuestado, ya que el viñamarino ya está 13 del orbe y un par de buenas actuaciones más podrían encumbrarlo al top ten del circuito.
Mientras, seguimos dejando a nuestras familias de lado, destinando tiempo a modelos de planificaciones retrógradas, impuestas por personas poco idóneas que creen centrarse en óptimos modelos pedagógicos, enfocados en paradigmas cuantitativos y no cualitativos, basándonos en la interpretación y no en lo descriptivo, detenidos en esa frase tan típica: "es que así siempre se han hecho las cosas".
Somos nosotros los profesores los encargados de generar los cambios desde lo socioeducativo, de integrar como corresponde a las familias desde la formación y dejar de ver muchas veces a nuestros estudiantes como objetos de estudio y no como sujetos de estudio, desde la comprensión y no desde la interpretación. Debe favorecerse tanto lo cognitivo como el desarrollo social, nos hemos quedado solo en el desarrollo de lo que llamamos competencias duras y no favorecemos al desarrollo de las competencias blandas. Mi preocupación es, que aunque moldeamos un curriculum prescrito, seguimos basándonos en pedagogías tercer mundistas.
Sin duda que esto no tiene que ver con métodos o sistemas de trabajo, sino más bien, planificar desde lo relativo y desde la diversidad de los estudiantes. Tendemos a formar desde lo estandarizado; entonces ¿por qué hablamos de inteligencias múltiples? O ¿solo las nombramos? ¿Por qué no las ponemos en práctica? Y dejamos de ver a Juanito Pérez como un alumno con limitaciones. Finlandia, por ejemplo, nos presenta un modelo que aunque alejado de nuestra realidad se basa justamente en eso, se engloban variables que no solo hacen referencia a contenido, sino que, incluso a los constructos socioculturales que nosotros como país hemos dejado de lado.
Es así como se le quitan horas a la asignatura de Historia y Geografía o no se valoran las asignaturas de Artes o Educación Física.
Creo que no es casualidad lo que pasa con los países de Bolivia o Ecuador que han encontrado la clave en vislumbrar una educación más integral desde lo social y cultural, y no en mediciones que solo cuantifican y no revaloran el real proceso de enseñanza - aprendizaje.
Rolando Molina Martínez
Dr. En Ciencias de la Educación