Todo comenzó en octubre de 1929 con el derrumbe de la Bolsa de Nueva York. Los primeros efectos en el país se registraron al año siguiente con la caída de las exportaciones de salitre y cobre, convirtiéndose Chile, según un informe de la Liga de las Naciones, en el país más devastado por la debacle, obligando al gobierno de Carlos Ibáñez del Campo a decretar por primera vez, el 16 de julio de 1931, al cese del pago de la deuda externa.
De acuerdo a crónicas de la prensa local, se estimaba en 6 mil los trabajadores salitreros cesantes que deambulaban por las calles antofagastinas, quienes junto a sus familias, formaban una población flotante que preocupaba a las autoridades, que debían proporcionar alimentos. La mayoría esperaba turno para regresar al sur del país, como había ocurrido años antes con la crisis que surgió al término de la Primera Guerra Mundial.
El desempleo creció también en la ciudad, derivando en la proliferaron de las ollas comunes en distintos sectores; la situación era crítica y en numerosas ocasiones se observó a personas acercarse a los cuarteles militares para lograr una ración de alimento.
La especulación de algunos comerciantes con artículos de primera necesidad obligó a las autoridades (Comité de Subsistencia) a fijar los precios en abril de 1932, ordenándose a Carabineros actuar de manera enérgica, denunciando a los infractores que habían alzado en 100% los valores en el último mes. El Intendente Pedro Ortiz determinó precios máximos para cobrar por una serie de productos, pero esta medida no tenía vigencia permanente y muy pocos comerciantes la obedecían.
Estas malas prácticas, sin embargo, venían de antes. El diario "El Sol" en su edición del 1 de julio de 1931 denunciaba que la carne había sufrido un alza de $ 1.80 el kilo a $ 2.40 el kilo; meses después alcanzó a $ 3,00 el kilo comprada en el matadero. La explicación poco convincente: los ganaderos argentinos lentamente son desplazados por los del sur de Chile, además el producto aumentaba su precio en $ 1,00 en este recinto. Las papas en menos de una semana subieron a un valor de $0,60 el kilo, forzando al Comité de Subsistencia a enviar un reclamo a Coquimbo por el alza desmesurada de este producto, que de $ 19,00 (8 julio 1932) llegó a $ 38,00 el saco puesto en Antofagasta (24 septiembre 1932).
"El Industrial" informaba el 11 de octubre que el Comisario General de Subsistencia decretó un alza de $0,25 para el kilo de azúcar, anticipando que este producto sería racionado a partir del día 21 debido a la escasez. Su precio sería de $ 1,50 en fábrica y hasta un límite de $ 1,75 en los negocios minoristas. El control de las autoridades no era suficiente porque la especulación continuaba ya que algunos comerciantes disponían de algún stock del producto que vendían a precios prohibitivos, llegando a $ 4,00 y $ 8,00 el kilo.
La carestía y el abuso abarcaba otros rubros como los medicamentos, que sufrieron alzas de hasta 400% en menos de dos meses, situación calificada de injusta por los usuarios porque la mayoría de las farmacias de disponía de stock suficiente desde antes de la implantación del control de cambio determinado por el gobierno.
El Comisariato adoptó varias medidas como la exigencia de que el comerciante entregara cada lunes una lista con el total de la existencia de alimentos de primera necesidad de que dispusiera; asimismo, se revocó la disposición que sancionaba a los comerciantes minoristas por abrir sus negocios en domingo en la mañana. También se facultaba al público para que denunciara a cualquier comerciante que cometiera infracción en la venta de productos esenciales.
En otros ámbitos, varias empresas y entidades registraban atraso en el pago de sueldos de sus empleados, como ocurría en el Resguardo Marítimo, cuyos funcionarios en julio todavía no recibían las remuneraciones de marzo. La prensa denunciaba que numerosos antofagastinos recurrían a prestamistas quienes cobraban intereses excesivos, convirtiéndose estos trabajadores en deudores eternos.
Entre los paliativos, la Caja de Seguro Obligatorio concedió a sus imponentes un préstamo de 50% del sueldo, mientras que la Caja de Crédito Popular ("tía rica") prestaba hasta el 60% del valor del objeto, para evitar que fuesen mal vendidas por personas que recurrían a cualquier forma para obtener algún dinero que permitiera subsistir en espera de trabajo o de una posible ayuda del gobierno.
L a crisis económica de los años 30 castigó con dureza al norte chileno, producto de la depresión mundial que significó el cierre de la mayoría de las oficinas salitreras y la elevada cesantía que no sólo afectó a los trabajadores de la pampa, también a los habitantes de los puertos salitreros, como Antofagasta.
Isidro Morales Castillo*
antofagasta con memoria
"De acuerdo a crónicas de la prensa local, se estimaba en 6 mil los trabajadores salitreros cesantes que deambulaban por las calles antofagastinas"
*Isidro Morales es académico Escuela de Periodismo UCN y
Magíster en Ciencias Sociales.