Sal de Octubre
Desde 1788 vale un tratado, firmado en octubre de aquel año, entre Nueva York y los indios onondagas, consiste en la obligación de darle la ciudad un bushel de sal al indio que se lo solicite, durante el mes. El bushel es una medida de áridos equivalente a galones, utilizado en Inglaterra y en Estados Unidos de Norteamérica. En este caso, aclaremos que áridos son esos granos y legumbres determinados con medidas de capacidad.
En la Biblia, la mujer de Lot ofrece el primer gran caso en que la sal adquiere importancia de símbolo y de fuerza. En el Antiguo Testamento, el actual Mar Muerto, en cuyas orillas abundan sal y nitro, se llama lago Asfáltico, o del Desierto de Judea.
Existe una vasta referencia de supersticiones chilenas en torno a la sal; así, por ejemplo, derramarla en una mesa de comer presagia un mal término de amistad entre los comensales. Para evitar esos sucesos desagradables, debemos humedecer "un dedo con saliva, recogiendo con él un poco de sal" y trazar, enseguida, tres cruces encima de la mesa.
Al mar le agrada la carne humana. Esto lo expresó, cabalmente, Vicente Huidobro, en Altazor, llamándolo "mar antropófago". En su poema Monumento al mar lo invita a escuchar "la protesta interminable de esa angustias que se llama hombre".
En su poema "Sal", Gabriela Mistral la nombra "gaviota viva de agua fresca", confesando que: "Ambas éramos de las olas y sus espejos de salmuera".
La sal de octubre era, en Chile, el júbilo primaveral, la vibración de sus jóvenes estudiantes, cantando la alegría de serlos. ¿Dónde cayó esta sal, ahora…? ¿Quién la derramó, dejándonos sin sazón y en desazón…? Octubre fue el mes de los carteles de "Orión", que era el seudónimo del maestro Isaías Cabezón: el mes en que la poesía chilena se enriquecía, con los versos de Roberto Meza Fuentes, Víctor Barberis y Pablo Neruda. ¡Cuánta risa limpia cabía, entonces, en la "O" de octubre, como en la boca de una muchacha clara y dichosa!
N.de la R.: publicado en revista Ercilla.
Andrés Sabella