Yaraví
Yaraví, cantar de melancólica dulzura, por lo general amoroso, acompañado de quena… Algo así se ha entendido por éstas y lejanas tierras. Yaráwi, en quechua, fue lo que escuchó el jesuita Alonso de Barzana, en 1569. En alguna ocasión fue Harauí, la voz que interesó al jesuita Ludovico Bertonio, para su Vocabulario de la Lengua Aymara (1612).
De lejísimo viene el concepto, como la intención que lo sustenta. Yaraví (2015), de Doris Araya López, incursiona en el sagrado arcano de tiempo y espacio para entender al hombre y su patria chica. Yaraví es, a la par, un viaje a las raíces y un canto íntimo a la realidad heredada por quienes viven en El Loa. Una vinculación espacio-temporal prestigiada. La misma que sustentó "obrecillas" medievales que cantaron a poblados diminutos donde los escritores, no conformes con ver en ellos su universo todo, se alzaban en la inspiración para que ese mismo escenario representara cielo e infierno, bien y mal…
Frente al patrimonio cultural loíno, Doris Araya sale airosa, en primer lugar, con sus versos. Su integración a la Pacha Mama, íntimo y vivencial proceso de búsquedas y encuentros, le permite poner los pies sobre la tierra y entender los múltiples elementos del más valioso de los escenarios; sólo entonces su conclusión fue: "Se colmó de inmensidad mi sino".
El Loa, tierra que entrelazó antiguas etnias y también de frecuentes migraciones, sólo permitirá que un artista diga: "Y estoy aquí para contarles / y estoy aquí para cantarles de ti", cuando lo avale el más auténtico compromiso con los hombres de esos lares y sus valores tradicionales.
La tercera parte de es prosística. Sus cuentos regionales son la culminación y la expresión de las circunstancias de vida que pueden acontecer en su casi mágico universo, pero que estando allí, invitan a la aventura aunque de ella sólo subsistirán "una manta que perteneció a no se sabía qué príncipe" y "uno de los colgantes del blanco collar de huesos que se acurrucaba en su pecho".
Osvaldo Maya Cortés