Doris Araya López se ha decidido a entregar la segunda edición de Yaraví, para quienes quieran acercarse a sus versos y prosas que no hablan de otra cosa, sino de lo que ella bien conoce.
El paisaje, que es su paisaje, lo ha hecho canto: ayllus, cactus, escarchas, pukarás, viento y con ello al hombre, su historia, sus interrogantes y sus creencias, que aspiran a ser reflejo de una realidad que está allí esperándonos, pero que también es esquiva, que aparece y desaparece, que no se da sino solamente a quienes la conocen, en el sentido de vivirla y que también por su aparente sencillez nos resulta compleja.
Doris se siente "empampecida" en esta geografía que funde desierto y fertilidad, gracias al "hilo de plata" que alguna vez mencionó Pumarino Soto. Hay algo de magia y de rescate de una zona mítica, de un pasado que vive en eterna presentidad. Es parte del Norte Grande, donde se gesta una cultura apegada a la tierra y a sus ciclos evolutivos.
Yaraví, libro cargado de sentimientos no solo por la tierra, por esta Pacha Mama arraigada en ella, suave y a veces también violenta, que no solo es particular de esta región delimitada geopolíticamente, sino que forma parte de una cultura ancestral, la que recrea para el lector. Texto que recoge desgarradores recuerdos de ese otro sentimiento que se fue, como "esas bellas caricias / que jamás volverán".
Es una mirada a espacios distintos que genera "la perspectiva sin muros del desierto", pero también lo es en profundidad -o desde dentro- pues consigue desentrañar esa herencia de un hombre común y a la vez diferente. Desde otro plano, es un "grito" desgarrado frente a la soledad y al silencio, el que con dignidad se acalla en susurros o en suave música melancólica. Es que las situaciones mayores, aquellas que de verdad interesan (nuestros "dolores cerrados"), no se pueden expresar, sino de esta manera; se sienten y se viven en esa intimidad que sólo el Hombre solo es capaz de describir. Pero en Yaraví, siempre habrá algo más.
Sergio Gaytán M.