De Rokha, Amigo Piedra
Claro, hablo de aquel, el que incomoda, que no luce para las visitas, que se fue de este mundo con manos dolientes y casi vacías. Hablo de aquel que fue vilipendiado incluso en su último día, en triste forma de poema por el único capaz de reírse del tremendo poeta y de su muerte, el señor Parra…
Otros lloraron ese 10 de septiembre, cuando con ayuda de un revólver mexicano Carlos Díaz Loyola terminó con su soledad. Salvador Allende fue uno de quienes cargaron el ataúd. "Valor, Lukó" le dijo a la acongojada hija: "Tu padre es demasiado grande para morir".
Sus amigos fueron buenos amigos, algunos de sus enemigos lo eran solo en la superficie, como Huidobro, con quien se denostaban mutuamente y terminaban compartiendo la mesa y el vino. Otros, sin tregua y sin perdón, como Neruda. Filebo, se cuenta, luego de acordarlo con De Rokha, le pide a Homero Arce que gestione un "entendimiento" con Neruda. Arce regresa con malas noticias: "El poeta dice que jamás. Que ni muerto. Ni muerto".
A Pablo de Rokha el amor de su mujer lo mantuvo en y con vida. Ella le cantó palabras como "Piedra con alma, sonríe tu cara de ídolo/dormida en la canasta de rosas de mi pecho" y estuvo a su lado sin claudicar.
Cuando algún joven (necesariamente un joven) me dice que lee a De Rokha, me emociono, y vuelvo a los libros a revisar esa tumba de Juan el carpintero: "Ejerció diariamente el grande sacerdocio del trabajo desde el alba, pues quiso ser humilde e infantil, modesto en ambiciones; los Domingos leía a Kant, Cervantes o Job; hablaba poco y prefería las sanas legumbres del campo; vivió setenta y tres años sobre la tierra, falleció en el patíbulo, POR REVOLUCIONARIO. R.I.P."
Pero otras veces releo su queja ¿u oración?: "Enemigo total, aúllo por los barrios, un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro que el hipo de cien perros botados a morir"
No vivió el otro septiembre… el irreductible Piedra, tan enorme, tan incontinente, vivo a borbotones, pura fuerza latinoamericana.
Cecilia Castillo