APÓSTOL MILAGROSO, HOY RECIBÍ TU MENSAJE DIVINO
Santo Antonio, mientras hoy iniciaba la lectura de tus poemas y los dorados rayos del sol me anunciaban una nueva mañana, observaba que mi gigante compañera Araucaria, discutía la supremacía del jardín, con mi inseparable y raro compañero Cactus. Es que, parece mágico, como dos seres vegetales tan distintos y distantes, conviven en sana y eterna alegría. ¿Cómo podríamos lograr la misma convivencia en todos los seres humanos?
Poeta Amigo, en ese preciso momento, caía una revista al antejardín. Sorprendido, dejé por un instante tu dulce compañía poética, y recorrí, curioso, los títulos de la inesperada revista visitante: "Buenas noticias de parte de Dios: Desea que todos los humanos disfruten la vida hasta la eternidad".
Recordé la hermana alegría de la Araucaria y el Cactus, pensé entonces, ¿Cómo cumplir TÚ mandato divino? ¡Pero si yo no voy a la Iglesia, no visito los templos! ¡No he sido precisamente, como TÚ, de Ejemplaridad Humana! ¡Pero, algo brotó en mi alma para decirme que Dios está en todo lugar. ¿Cómo podría dudar que Dios vive en TI y en todos nosotros?
Y, otra vez, tengo la certeza que, caminando contigo, desde mi prosa, puedo ser un pequeño puente constructor para contribuir humildemente a esa vida feliz.
Entonces, excusa que, ese puente, lo construya amparado en esta columna que se creara como cruzada testimonial para lograr tu Canonización, que más temprano que tarde llegará e incluso hoy, una de las nuestras, Mirtha de la Vega, logró especial contacto en Bolivia, por la visita del Santo Padre Francisco a esas latitudes hermanas.
Hombre de la bondad solidaria, porque conozco de tu generosidad, sé que permitirás que mi prosa talle la piel de nuestros hermanos, para que caminen e impregnen su andar con todas las enseñanzas que impartisteis y nos legasteis, en casi un siglo vivido en nuestra tierra morena.
Desde hoy, siguiendo tu huella santa, con mi pequeñez pecadora, caminaré todas las huellas, todas las gentes, todos los tiempos, dejando caer en cada surco la palabra profunda de humanidad.
Diré a los niños, a los jóvenes, a los adultos hombres y mujeres, a los de la tercera edad y al mundo entero que, caminemos desde la sombra hacia la luz, dando significado a la brevedad de nuestras vidas; que todo milagro nace desde un sueño, que soñemos siempre y que debemos vestir nuestros sueños como oportunidades para crecer; que crucemos los túneles imposibles hasta descubrir la luz; que cantemos la gloria de cada amanecer; que descubramos los misterios de la meditación y de la oración; que cada mañana declaremos nuestro amor al prójimo; que hablemos con el viento y las estrellas, cultivando nuestro mundo interior; que nos encontremos con nosotros mismos, en la paz de nuestras conciencias y de nuestras almas ; puesto que así, sólo así, subiendo peldaño a peldaño en el amor, la bondad, la solidaridad, la justicia, el bien común, llegaremos a la montaña de la libertad y transitaremos hacia la felicidad.
Antonio, Doctor de cuerpo y del alma, déjame decir al mundo que, si el camino es difícil, no debemos abandonar; que si no podemos sonreír, no desesperemos; que no debemos jamás perder la esperanza; puesto que, mientras ella exista, habrá vida, habrá sueños, habrá canto celestial y, entonces allí, como lo dice Dios, en la fe, disfrutaremos la vida en eterna felicidad.
¡HERMANO ANTONIO RENDIC, ACOMPAÑAD MI CANTO!