De la soledad y otras tintas
Hablar de amor como tema principal en cualquier obra es hablar demás, pero existen casos en que el mensaje implícito del escritor en su creación no es el amor, sino un sentimiento de mayor profundidad: la soledad, sentimiento que es el causante de atentados contra la vida, propia o ajena.
Hemos visto en muchas ocasiones cómo este sentimiento ha sido descargado al disfrazarse de desesperanza y violencia generando en los seres amados, los dolores más grandes que se tuviera memoria.
Si nos adentramos en la biografía de estos escritores (Mary W. Shelley y Bram Stoker), podremos ver una vida cargada de abandono: si echamos una mirada en lo que fue la vida de Shelley, podremos darnos cuenta que vivió una infancia extrañando a una madre que jamás conoció, herencia de un eterno luto paterno el cual fue la fuente de una de las mayores obras de la literatura moderna.
Es así como esta mujer jamás resuelve su tema con aquel ingrato sentimiento. Consumido por una vida de trabajo, Stoker abandona todo, desde su familia hasta su propia vida al momento de llevar a cabo los caprichos del dueño del teatro que él administraba, refugiándose en una vida trabajólica, que escondería sus profundas frustraciones.
Quizás su admiración por Óscar Wilde lo llevó a un sentimiento de inferioridad que le trasmitió a su familia en forma de una novela mal escrita y en un género poco ágil para su tiempo.
Es así como enfrentamos a dos obras cuyo tema en común no es el amante imposible o infiel, sino: la soledad: "pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o perdida de alguien o algo" o "carencia voluntaria o involuntaria de compañía" (DRAE).
Estas obras presentan la carencia involuntaria y total de compañía, ya que estos dos seres son horrendos en diferentes formas, aunque el Conde Drácula ha optado por la soledad, el solo hecho de gestionar una mudanza habla de la necesidad de todo ser (literario o real) de estar acompañado aunque sea del ruido de la civilización.