"Es necesario escuchar…"
Hace tiempo, en la lectura de la madrileña "ALANDAR" (Revista de Información Social y Religiosa. Año XXIX. N° 290. Septiembre 2012), me detuve en su página central. Un nombre que suscribía un epígrafe, me pareció conocido. Era Zenón de Citium, el viejo filósofo estoico. Su epígrafe decía: "Tenemos dos orejas y una sola boca justamente para escuchar más y hablar menos." ¡Ni siquiera lo dudé! Sin palabra alguna, asentí con un movimiento de cabeza. Sólo pensé… En eso estaba y me vi caminando hacia la casa de don Antonio Rendic Ivanovic, "Ivo Serge", médico y escritor antofagastino. Como otras veces, franqueó su puerta. Nos saludamos. El amigo ya nonagenario, siendo él mismo --gestos de amable humildad, palabra fácil y franca, ojos vivaces, porte de hombre que siempre me pareció grande--, sin embargo en su rostro vi algo más acentuado que me hizo pensar en su espiritualidad. Nada, entonces, permitía imaginar el corto lapso de darnos el adiós definitivo.
Invitado a su hogar, arrellanado en cómodo sillón, conversábamos de lo humano y de lo divino (obviamente, lo mío, dos o tres frases, demasiado humanas). Eran tiempos en que la pasión por la literatura, inducía a soñar y a compartir ese sueño. Por esos días, don Antonio estaba entusiasmado con lo que, de antemano, juzgaba sus últimos libros de carácter antológico: "OBRAS ESCOGIDAS" (1990), "PALABRAS HUMILDES" (1992) y "LA MÚSICA DEL SILENCIO" (1997) del que algo supo, pero que no vio editado. Para mí esas obras, por decisión de don Antonio, aún representan más que un trabajo literario, un honor inmerecido. Conversábamos, dije, y eso se presta a dudas en el siglo de los in-comunicados. Entre adultos, ahí está la verdad de viejos maestros que decían: "Para saber y contar, es necesario escuchar…" Lo mío, en esos momentos, era escuchar. El premio, participar de un extraordinario saber que acopiaba sin imaginar que hoy lo relataría.
Si la sabiduría popular y Zenón de Citio coinciden en la importancia del escuchar con perspicacia, esta verdad autoriza para una doble afirmación que atañe a don Antonio o no se ha escuchado lo dicho, con seriedad, de este personaje o muchos de los discursos y parrafadas que se le han dedicado son, a menudo, de relativa calidad.
Estos recuerdos tienen décadas. Desde entonces, hacia el pretérito, agreguemos un cuarto de siglo. Hablo de 1963 cuando llegué a Antofagasta y en razón de ello, me sorprendió esa personalidad pública que, con desparpajo y tono entre afirmativo y dubitativo, dijo: "¡Así que usted conoció al doctor Rendic? Lo escuché. Mi respuesta: nada. La necedad suele ser contagiosa.
En pleno siglo XXI, su literatura sigue sustentándose en los tres libros antes mencionados. Pocos han hecho mucho. De su vida, algo más se sabe. Aportes literarios de estudios y planteamientos crítico interpretativos para sus obras, no se han dado a conocer. Incentivos para editar, no hay. Existió un magnífico Grupo de Amigos de Antonio Rendic. Hoy, los amigos son otros o parecen serlo.
Esto y más debiera escucharse. Su justificación: a don Antonio le gustaba el Apóstol de la Gente, San Pablo, en su epístola II A Timoteo. En su capítulo II, de cómo enseñar la verdad, dice: "Huye de contiendas de palabras, porque de nada sirven, sino para pervertir a los oyentes." y más adelante, concluye: "Evita las discusiones necias y estúpidas, tú sabes bien que engendran altercados."
Sí, ese es el Camino. La Verdad es que la fe necesita de obras. La Vida será mejor, cuando escuchemos a quienes lo merezcan.