¡Viene a la Copa América!
Cuando en los próximos días se dé por iniciada la Copa América de Selecciones Chile 2015, con el duelo entre el cuadro nacional y Ecuador, los espectadores y millones de televidentes estarán pendientes de lo que hagan Alexis Sánchez y compañía, en el comienzo de la búsqueda del primer título internacional para el país.
Luego, los ojos del mundo se pondrán sobre Leo Messi, ese loco bajito (169 cm) que hace cosas dentro del campo de fútbol que solo él es capaz. Su control del balón, cambios de ritmos, velocidad y astucia para realizar el gesto adecuado en el momento oportuno.
En conversación cotidiana ha instalado una verdadera controversia de cómo pararlo. Unos abogan por marcación individual, otros por una defensa en zona. Pero, como dijo Guardiola hace pocos días, "Parar a Messi es imposible. No hay defensa que pueda con Leo. En su estado de forma actual no existe entrenador ni defensa que le pare. Es demasiado bueno".
Los que hemos tenido la suerte de verle crecer como jugador, sabemos de su increíble capacidad para improvisar y sacar una genialidad que deja boquiabierto a medio mundo.
Da la sensación que hace un gol cuando quiere, se hecha al equipo a su espalda y cabalga con su endiablada velocidad y regates. Los defensas caen como niños en un patio de colegio y su disparo fusila las esperanzas de los contrarios con una enorme facilidad.
Si hace apenas dos días hizo lo suyo para que Barcelona se consagrara campeón del mundo entre clubes por quinta vez en su duelo con la Juventus de Arturo Vidal.
Fue en Estadio Olímpico de Berlín, en el estadio inaugurado para las Olimpíadas 1936 y que vio como el atleta negro Jesse Owens humillaba al tirano Hitler al arrebatarle 4 oros. En ese mismo escenario estuvo un futbolista que no es de este mundo, un elegido por los dioses, un enviado de la reina imaginación. ¡Ese es Messi!
Muchos exjugadores, cronistas y analistas deportivos opinan que estamos ante el mejor jugador de todos los tiempos. Opiniones contrarias también las hay.
Pero, aprontémonos a gozar de la belleza de sus acciones, de su magia para fabricar un gol imposible para los demás mortales. El deporte nos regala a este artista del balón.
¡Disfrutémosle!