Destrucción del fútbol
A fines de abril de 2002, la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) suspendió por todo ese año al estadio Municipal de Calama, luego de que un proyectil lanzado desde las gradas impactara en uno de los jueces del partido que jugaban Cobreloa y Olimpia de Paraguay, por Copa Libertadores de América.
En aquellos días se hablaba de una moneda, que nunca fue exhibida a la prensa, lo que generó el rechazo de la hinchada loína. No fue suficiente para que el recinto fuera castigado y de paso, Cobreloa perdiera los puntos de aquel encuentro.
Este hecho es parte de la historia de lamentables episodios en este torneo continental, que escribió otra historia indigna en el duelo entre Boca Juniors y River Plate, el clásico argentino llevado a un partido internacional. Jugadores de la visita, River, fueron atacados con gas pimienta en la manga de ingreso a la cancha.
El episodio levanta de inmediato varias preguntas respecto al cómo se está llevando el fútbol en Sudamérica. Otro, por ejemplo, habla de la indolencia del rival, Boca Juniors, ante lo que estaba ocurriendo. La hinchada y hasta los jugadores esperaban que la "función" continuara.
Alrededor del mundo, el fútbol vive momentos críticos de los que sale y entra, dando cuenta de la necesidad de que un espectáculos que se levanta como popular por naturaleza, debe experimentar cada vez más restricciones. Recientemente en nuestro país se aprobaron las modificaciones que hacen más rigurosa la Ley de Violencia en los estadios.
Racismo, discriminación, odiosidad entre hinchadas y violencia han sido algunos de los ingredientes que hay debido afrontar el balompié nacional en algunos momentos. En general, es el lastre del "deporte más lindo del mundo".
El fútbol tiene como enorme desafío volver a ser la entretención social que alguna vez fue, el punto de encuentro de amantes del deporte, de familias, de aficionados; en general, de quienes de verdad aman esta actividad.
Lamentablemente, parece que las restricciones deberán ser más severas.