Cuidemos el país, salgamos adelante
Durante las últimas semanas Chile ha iniciado un proceso de introspección que hiere el alma nacional. No se trata de no hacerlo, muy por el contrario, se trata de hacerlo de manera constructiva y no de tirar por la borda todo lo avanzado.
Debe decirse: Chile es un país donde la mayoría de la gente tiene altos comportamientos éticos. Nuestro país no es una nación de corruptos, ladrones o sinvergüenzas. Quedarnos con otra impresión no es sano y tampoco es justo.
Es difícil sostener un juicio de este tipo cuando lo popular, o lo políticamente correcto es desconfiar de la clase política y de las autoridades, acusarlas de ser responsables de todos los males posibles para terminar con una apatía y una desconfianza que hace rato está destruyendo el país.
Es penoso que la Presidenta se vea envuelta en una polémica por un rumor relacionado con su hipotética renuncia; es triste que tantos meses después de ocurrido, su nuera, Natalia Compagnon, pida disculpas por el tremendo daño causado por las polémicas del caso Caval.
Chile tiene niveles preocupantes de desconfianza en las instituciones, en el otro e incluso en algo tan básico como la familia.
Ello es un asunto de urgencia absoluta, ya que es una materia fundamental para conseguir resultados a largo plazo. Muchos de los objetivos que tenemos no serán posibles de conseguir si no somos capaces de trabajar sobre nuestras diferencias, convencidos que todos trabajamos para construir un país y una Antofagasta mejor.
Es cierto, la clase política, la justicia, las iglesias, el gobierno, la oposición, no pasan por sus días más felices, sin embargo, el grueso de quienes allí se desempeñan, son gente honesta. No hagamos generalizaciones dañinas y destructivas, cuidemos nuestras instituciones, mejoremos todo lo posible y seamos exigentes en su desempeño, pero respetémoslas.
Al final, quienes hayan hecho algo malo tendrán que enfrentar a los organismos competentes, como cualquier ciudadano.