Comprensión de lectura
Una de las habilidades que todas las pruebas académicas conocidas buscan pesquisar es la comprensión de lectura. Leer sin comprender es un problema serio y la lectura no se refiere sólo a grafos que se convierten en textos.
Cuando circula por las entidades responsables, con debida anticipación, la información que pronostica un evento meteorológico de cierta magnitud, la lectura adecuada de este debe ser hecha por gente que probadamente sabe qué está leyendo y que además es capaz de hacerlo en contexto, de tal manera que perciba la importancia de la caída de 15 mm. en medio del desierto es distinto a los mismos 15 mm. en Valdivia. Si eso no se logra, se pueden desatar catástrofes muy dolorosas, por tanto quien lee esos informes debe tener probadas capacidades que van mucho más allá de salir en televisión después de la catástrofe intentando explicar lo inexplicable.
Cuando se asignan $6.000 millones para la reconstrucción del norte es de esperar que esos recursos sean sólo para lavarnos la cara y darnos un cierto aire de normalidad. Pero si se piensa que ésa es la asignación de recursos que resolverá problemas eternos del norte, se está incurriendo en un error garrafal. No construir carreteras sobre relaves, realizar las obras de arte necesarias en carreteras que cruzan cauces centenarios de ríos que ya no circulan, construir piscinas aluvionales que no se llenen de basura demandará más recursos que los asignados en esta primera mala lectura de la tragedia. Al parecer habrá que volver a leer las ciudades del norte y priorizar, por sobre las áreas verdes de la Ocde, obras que garanticen la vida de los nortinos.
Cuando se empieza a dibujar escenarios para una eventual autoamnistía que por la vía de un "gran acuerdo nacional" pretende echar bajo la alfombra todo el comportamiento ilegal y promiscuo de la política y el dinero se está frente a un error que puede tener muy graves consecuencias para la vida futura de una sana democracia. Se está leyendo muy mal el estado de temperatura de la sociedad y no se percatan de que "el horno no está para bollos" y que por más que los coroneles, barones y los raptores de la industria nacional estatal quieran, la sociedad está enviando otras señales.