¿Cabotaje?
Chile está herido. La lluvia y el barro dejaron cicatrices en la tierra y en el alma. Sufren nuestros hermanos. Los facinerosos de siempre, especulan y sacan cuentas alegres. Sin caminos, no es posible ayudar. Ni llevar víveres. Los fletes terrestres se dificultan hasta límites cercanos a lo imposible.
Años ha, aluviones, aludes y deslaves en inviernos crudos, cortaban el territorio en las mismas partes: Longotoma, Los Vilos, La Serena, Trapiche… Zonas críticas por donde escurrían lodazales destructores que borraban caminos, sentenciando el aislamiento de muchos pueblos.
En el Chile de antes, la alternativa estaba en el mar. La única opción de conectividad venía en los vapores, aquellos despectivamente llamados 'caleteros', porque tocaban puertos y caletas de todo el litoral. Llevaban pasajeros y la conocida como 'pacotilla', carga menuda que venía en cubierta. Cuidando la carga, el comerciante, llamado 'pacotillero', que venía 'vivo el ojo' con sus mercancías. Describo: huevos, gallinas en jabas, papas, pasto, y todo tipo de legumbres. En sus bodegas, venía el vino en tinas, pipas y cuarterolas.
En los ochenta del siglo pasado, un temporal de invierno cortó a Chile en varios tramos. La Panamericana (Hoy Ruta 5), quedó destrozada y se produjo la inmediata escasez de productos del agro. El norte se vio amenazado. Derogada la Ley de Frontera Libre Alimenticia, no pudimos echar mano a nuestros vecinos de allende los Andes. Entonces se intentó revivir el cabotaje. Una pequeña motonave, el 'Puerto de Hanga Roa', consignada a la Naviera 'Antares' trajo plátanos, papas, zanahorias, leche y otros artículos de necesidad básica, en cantidad suficiente para mantener a toda la región. Más de mil toneladas de productos en un solo embarque. De haberse optado por la opción terrestre, se habrían necesitado cien camiones de la época…
Hoy, ante la tragedia, el mar nos recuerda que es una opción válida para mitigar el dolor de nuestros miles de hermanos damnificados.
Linterna