Terminemos con las improvisaciones
Municipios que no tienen proyectos que mostrar, autoridades que no tienen planes para el futuro, o empresas que no contemplan a sus comunidades como socios, son fenómenos que tienen un común denominador.
En cada uno de los casos se cuenta la falta de previsión, la ausencia de un plan, la poca revisión de los detalles que permiten alcanzar el éxito.
Y el problema es que tenemos demasiado de aquello. Malamente nos dio nuevamente en la cara con las lluvias de esta semana. No había estrategia clara para enfrentar las dificultades de este tipo.
Es cierto, difícilmente se podía prever la magnitud; sin embargo, sí era conocido que estaba en ciernes un fenómeno climático complejo. Y eso es lo que falta permanentemente en Antofagasta y el país: asumir los compromisos y los errores cometidos, los que en muchos casos terminan costando demasiado caro.
No se trata de ser molesto sin razón aparente, sino de aprender y gestar una institucionalidad, o procedimientos básicos mínimos que se repitan, que sean conocidos y que permitan ser eficientes en el desarrollo.
Cuando aún masticamos los dolores de lo ocurrido, conviene tener presente que los errores y omisiones deben indagarse, no sólo a nivel de autoridades, sino de empresas, familias y personas.
Otra vez, por ejemplo, el comercio dejó de funcionar al no contar con conectividad. ¿No aprendimos nada después del terremoto de Iquique? ¿Acaso no pasó exactamente lo mismo?
Lo deseable es que a esta altura, esta actividad tenga un plan de contingencia que le permita sortear situaciones de este tipo que, por lo demás, volverán a ocurrir mucho más que una sola vez.
Para el caso de las familias, la situación es la misma. Tener agua y alimentos en cantidad suficiente, dinero en efectivo, etc.
Y para el gobierno y las autoridades en general, es absolutamente necesario mejorar las coordinaciones, protocolos y evaluación de los riesgos existentes. Podemos mejorar mucho más nuestro desempeño. Estamos obligados a ello.