Importancia de una cultura de ética pública
Días atrás, mi hijo de 10 años con un compañero del colegio preparaban una presentación, en la que debían señalar por qué querían ser parte de la futura directiva del curso. Me comentaron su trabajo y lo que iban a hacer los candidatos para captar preferencias como, por ejemplo, regalar queques y dulces. Conversamos sobre la importancia de lograr adhesión, a través de ideas y propuestas, más allá de la entrega de bienes materiales.
En el contexto de la crisis que está viviendo nuestro sistema político, derivada de las investigaciones y procesos judiciales que han copado la agenda pública, la situación descrita anteriormente nos parece relevante, porque sin perjuicio del estatuto legal que sea aprobado para hacer frente a esta crisis, el arraigo en nuestra comunidad de una cultura de ética pública, nos parece fundamental para prevenir conductas reñidas con ella y contribuir a su sanción.
La Comisión Nacional de Ética Pública, creada por el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle el año 1994, señaló en su informe final que "…aún cuando se apliquen reformas al sistema jurídico y se perfeccionen dispositivos legales para ampliar y promover la transparencia, son los cambios culturales y la renovación moral los verdaderos artífices de su arraigo y vigencia en el cuerpo social y político".
Este organismo concluyó que la ética pública se encuentra constituida y se nutre del ethos histórico cultural chileno (nuestro modo de ser) y de los valores y principios básicos de la democracia, y que ambas variables reciben influencias de otras culturas. Agregamos que, además, el desarrollo del sistema de derechos humanos y los mayores niveles de bienestar alcanzados por nuestro país, tambíen influyen en estos componentes. Esto explica que conductas que eran toleradas antes, hoy sean objeto de repudio social como, por ejemplo, el cohecho electoral o el tráfico de influencias.
En este marco, el sistema educativo tiene un rol fundamental para promover y arraigar en nuestra sociedad una cultura de ética pública, que no es estática, sino que evoluciona. Niños/as y jóvenes que conozcan los valores de probidad, responsabilidad, transparencia y publicidad, y su aplicación práctica, en el futuro podrán asumir funciones públicas o cargos de representación, con conciencia de los principios que informan su proceder, o bien actuar como ciudadanos.