Democracia y el poder del dinero
Cuando se habla de democracia, se entiende por ello aquel sistema político que es regido por el capitalismo y el mercado. "Sin mercado no hay democracia", se pregona desde hace dos siglos, y algo más. Yo agregaría que sin "dinero" tampoco funciona la democracia.
Sin embargo, hoy en día se disfraza esta realidad de muy variadas formas, de manera que a las grandes mayorías no les quede claro su consecución. Ello resulta así ya sea porque las altas autoridades que dirigen un país son miembros de partidos políticos que necesitan de grandes aportes financieros para llegar al poder y mantenerse en él, o porque representan a instituciones y estructuras económicas que los han llevado a sus altos cargos no para gobernar a su voluntad y a favor de un abstracto "pueblo", sino para cumplir una determinada función dentro de un plan estratégico de control y mantención del orden establecido.
Dado que el sistema democrático moderno se rige exclusivamente por el mecanismo de partidos políticos, sólo éstos pueden llegar a los votantes con sus propuestas y campañas electorales, y ello casi exclusivamente a través de los medios de comunicación masiva. Estos medios, sobre todo en los países desarrollados, son instrumentos ligados a poderosos grupos económicos que generan los ingentes recursos que anualmente se invierten en publicidad.
Los medios, a su vez, son los árbitros que determinan cuáles ideas y candidatos resultan prestigiados. Esto no significa que no existan opciones, pues las hay, pero las mismas conforman esquemas de "opciones controladas". Puede que dos, quizás tres o cuatro, partidos políticos se disputen una elección, discutan y discrepen sobre aspectos secundarios dentro del marco político de cada nación, pero sobre las cuestiones fundamentales de los grande procesos políticos, económicos y sociales, y la evolución hacia un nuevo orden mundial, existe una implícita unanimidad. Así podemos presenciar a lo largo de nuestras vidas, cómo aquellos candidatos y alternativas que no forman parte del sistema partidista imperante, rara vez (o nunca) logran imponerse en una elección política. Aquí el control es total.
Ahora bien, lo importante acá radica en comprender cuáles son las fuerzas y paradigmas que condicionan a la democracia moderna, para poder superar así la ilusión de una supuesta prevalencia de la voluntad popular. ¿Somos tomados en cuenta por un sistema cada vez más hipotecado al poder del dinero? ¿Está la democracia al servicio de las personas y del bien común?