Alice Munro, una nobel secreta
Pocos autores permanecen desconocidos por el gran público luego de ganar el premio nobel. Alice Munro, la narradora canadiense, quién recibió aquel reconocimiento el 2013, sigue siendo escasamente leída y de gusto poco masivo, al menos en los países de habla hispana, donde los lectores hicieron algún esfuerzo de acercamiento pero no siguieron indagando en aquellos relatos aparentemente prosaicos o "domésticos", como alguna vez se tildó su obra escrita en los entretiempos de la crianza de sus hijas y sus labores femeninas en los años cincuenta de una Ontario rural y en crisis. Estamos hablando de un período aún muy complejo para la intelectualidad femenina a nivel mundial, quienes para acceder a algún oficio vinculado a las humanidades debían optar por ser maestras y si escribían tenían que dar por hecho que sus lectores no serían del género masculino. Así permaneció la Munro, invisible por casi medio siglo hasta que es descubierta en el siglo XXI con los relatos de Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio en el 2001 y luego con los de Escapada el 2004, que sirvieron para rescatar su obra anterior que comenzó a ser publicada en los sesentas.
Conocida como "la Chéjov canadiense", encuadrable en la corriente Naturalista o Realista Psicológica por sus cuentos de tramas sencillas pero profundas, sorprende la simpleza de su pluma, su voz natural que pareciese no estar ficcionalizando, sino revelando verdades, mostrando la vida con un lenguaje sin pretensiones estéticas ni artilugios, sin vestiduras. Leer a la Munro es un agrado. Sus últimas colecciones de cuentos Demasiada felicidad y Mi vida Querida, publicados por Lumen los años 2010 y 2013 respectivamente versan sobre las relaciones humanas en lo cotidiano, son relatos personales que hablan de salvarse de la propia madre para poder construirse a sí misma, de perdonarse y liberarse de la vergüenza de comunidades tan cerradas como la presbiteriana escocesa-irlandesa instalada en la ruralidad canadiense. Una vez más constatamos que la lectura y la escritura sirven como vías de escape a quienes viven en contextos críticos, sobre todo a las creadoras femeninas quienes, aunque no lo creamos, siguen demandando un cuarto propio, tal como lo exigía la Woolf, para construir un mundo privado y refugiarse en él, cada vez que sea necesario.
María Constanza Castro M.
Académica Escuela
de Periodismo UCN
Máster en Literatura.