Construir una mejor ciudad para todos
Crecimiento con desarrollo es posible, pero debemos avanzar en dos planos: corregir las deficiencias y brechas existentes y comenzar un plan que potencie nuestra cultura local. En Antofagasta es claro que los números no siempre escalan en la emoción humana. Los indicadores nos muestran una realidad positiva. Tenemos mucho más que antes, pero al compararnos con otras urbes del mismo tamaño, los déficit quedan en evidencia.
A modo de ejemplo, Antofagasta, tiene 274 viviendas por cada mil residentes, es decir, se encuentra detrás de otras ciudades de Chile. A esto sumamos el déficit de áreas verdes. Contamos con aproximadamente 0,5 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, lo que está muy por debajo del estándar de 9 metros sugerido por la OMS.
Agreguemos que el Informe Territorial de Antofagasta elaborado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico -Ocde- respecto a la capital regional sostiene que la ciudad es ampliamente percibida como un lugar para trabajar en vez de uno para vivir, y si bien esto no ha dañado sus resultados económicos, impide que se consiga el máximo potencial.
Lo interesante y positivo es que muchos de los cuellos de botella no son difíciles de resolver y exigen más coordinación que recursos, aun cuando lograr una base económica más diversificada exige un nivel de trabajo mucho mayor y necesario para asegurar la sustentabilidad del territorio.
Es cierto, buena parte de las brechas tienen su raíz en la ausencia del Estado Nación en la zona, pero también debe reconocerse que a nivel local, no hemos sido precisamente proactivos para elaborar proyectos que remedien el fenómeno.
Ciertamente Antofagasta debe exigir mejorar su calidad de vida, particularmente en función del tremendo aporte que hace al erario fiscal, pero también debe ser capaz de conducir su desarrollo con sus propios liderazgos.
Y en este punto, ambas situaciones están completamente al debe para mal de la población.