Eso que llaman identidad
Varias veces viajo hasta Iquique; me encanta su clima, paisaje y su gente; me parece un lugar que todavía conserva su vida a escala humana, tengo grandes amigos con los cuales me reúno, pero a veces me pregunto qué tienen los iquiqueños que los hace ser orgullosos de su tierra.
Desde su historia pasada como parte de otra nación, quedaron costumbres y tradiciones que conservan, fueron testigos de hitos históricos, como el Combate Naval, la epopeya del salitre y sus trágicos desenlaces, su historia deportiva está llena de logros, su música y su cultura con esa mixtura de lo andino y lo urbano le da otro sello especial, si hasta tienen un dulce propio "el chumbeque".
Llegando a Alto Hospicio, en lo alto flamean orgullosas la enseña celeste y la huipala multicolor que representa al mundo aimara, porque aunque los inmigrantes europeos y asiáticos hicieron su aporte, el aimara que ya estaba, también contribuye a esa multiculturalidad social del pueblo iquiqueño.
"Iquique. Tierra de historia, fe y cultura", rezaba en una polera que usaba un promesante de La Tirana, el lugar de peregrinación más grande del país, de la cual también son orgullosos.
Lo más importante, es que sus investigadores, historiadores y cronistas, se han preocupado de dejar registros y testimonios para las futuras generaciones.
En mi último viaje fui invitado a un encuentro costumbrista en el antiguo estadio de Cavancha y allí entre sones de las bandas de bronces y el aroma de calapurcas, sopaipillas y churrascas, pensaba en eso que llaman Identidad y que nos hace tanta falta a nosotros, de qué podríamos sentirnos orgullosos los antofagastinos, si hasta Andrés nuestro mas insigne poeta prefirió seguir los pasos de Prat y zarpó a la inmortalidad desde el histórico puerto de Iquique.
Estaba ensimismado en mi reflexión con un dejo de envidia sana, cuando dan por terminada la actividad y allí vino el broche de oro: jóvenes, viejos y niños, comenzaron a entonar, con fervor, el Himno de Iquique.