Andrés y el Tambo Atacameño
¡Tambo!, seguramente contestó el poeta y maestro Andrés Sabella, cuando aquel grupo de jóvenes soñadores de los años sesenta, le preguntó por un nombre para el lugar que cobijaría lo mejor de la expresión cultural del Norte Grande de Chile: "El Tambo Atacameño".
Tambo, en lengua quechua significa lugar de descanso, lugar de reunión, estructuras de piedras, donde siglos atrás se cobijó algún chasqui mensajero, que recorría las soledades eternas del altiplano andino, seguramente nuestro poeta lo llamó "una parada", un lugar donde el espíritu se empaparía del canto del norte, del suave murmullo del viento atrapado en las cañas, o en el trino de charangos y guitarras, en medio de la vorágine de las calles Ossa y Baquedano.
Cuenta la historia que Andrés, la noche del 15 de septiembre de 1967 alzando un vaso de vino tinto, inauguró y bautizó el lugar como Tambo Atacameño.
Fue en ese lugar y no otro, donde se fue tejiendo una tradición, una leyenda. Haber pertenecido al Tambo Atacameño es una impronta, que algunos llevamos grabada a fuego y que se refleja en el amor por lo nuestro, el amor por el Norte, por su desierto, por su historia, por su gente.
El Tambo Atacameño, más que un punto de encuentro de folclore del norte, fue un lugar de formación y desarrollo personal, donde la creación iba a la par con la disciplina, la perfección y el trabajo en equipo… para muchos, un espacio de libertad.
Y allí estaba, por supuesto, el infaltable Andrés, con su inconfundible figura y su poncho de alpaca, compartiendo con algún invitado en animadas tertulias. Nuestro poeta, era un integrante más del Tambo Atacameño.
Hasta que, el oscurantismo de algunos, y en una actitud bestial cercenaron la cultura, la música, y la palabra. Andrés, el Doctor Honoris Causa de la Universidad del Norte fue exonerado… luego vino el momento del final del Tambo Atacameño y el conjunto folklórico de la otrora Universidad del Norte.