Chile es desde hace varios años el segundo exportador de salmón y el primero de trucha en el mundo. El año pasado, los envíos al exterior superaron los US$ 3.500 millones, cifra conseguida en apenas tres décadas, lo que habla de un notable desarrollo de la industria acuícola.
El salmón se siembra hoy en varias regiones, pero fundamentalmente desde La Araucanía hasta Aysén, concentrando en la Región de Los Lagos, el grueso de su desarrollo. El cultivo de peces aparece como una opción, frente a la crisis de las capturas, trabajo en el que hay varias experiencias.
Por lo pronto, en la zona hay dos experiencias a las que debemos poner más atención. El cultivo de cobia en Mejillones es uno de éstos. Se trata de un pez tropical que es criado en cautiverio con el agua usada para los procesos de refrigeración de la termoeléctrica que tiene la empresa GDF Suez. No se trata de agua contaminada o algo así; simplemente se aprovecha la temperatura que permite hacer crecer a los animales en piscinas (no en jaulas en el océano).
Interesante el caso de la cobia que tiene un precio mayor al salmón y perfectamente podría convertirse en un desarrollo mayor en el mediano plazo.
Pero no es lo único. Hace años que la Universidad de Antofagasta trabaja con el dorado, otro ejemplar que ya cumple con todas las etapas de su proceso de desarrollo, pero que requiere de una importante inversión -con la que no cuenta el plantel- para escalarlo a nivel industrial.
El kilo de dorado puede costar 10 a 18 dólares (el salmón 4,5 dólares), hay un gran mercado en Asia, Estados Unidos y Brasil, y hace tiempo existen experiencias de cultivo.
Lamentablemente, a la falta de recursos se ha sumado la burocracia para tramitar las concesiones acuícolas -espacios en el mar donde se desarrolla el proceso de engorda-, lo que ha repercutido en que la producción no se concrete.
Con cuatro mil kilómetros de costa, Chile tiene opciones reales para desarrollar peces, algas y otras alternativas. Hay que sembrar el mar.