Largas filas y peleas en plena calle entre dos bandos políticos marcaban los días previos al Golpe de Estado en Antofagasta.
En ese entonces, la capital regional no superaba los 140 mil habitantes, en donde primaba la vida familiar y la industria del cobre aún no transformaba a la ciudad.
Pero la calma se rompía en las noches cuando los integrantes de movimientos como Patria y Libertad se enfrentaban en pleno centro con los defensores de la Unidad Popular y el gobierno de Salvador Allende.
Ya durante el verano la situación local comenzó a cambiar, especialmente en las poblaciones, en donde la escasez de comida y las largas filas para conseguirla marcaban las mañanas antofagastinas en busca de harina o arroz.
Lo cierto que para mediados de 1973, Chile tenía un inflación que sobrepasaba el 600%, el desempleo era de 4.6% y aumentaba, todo lo contrario al PIB (Producto Interno Bruto).
En este contexto, sectores políticos comenzaron a pedir la intervención militar para cambiar la compleja situación.
Incluso en Santiago, la gente arrojaba maíz a los efectivos del Ejército, incitándolos a tomar las riendas del país.
Otra de las forma de protestar eran los 'cacerolazos'.
El historiador y diputado por ese entonces, Floreal Recabarren (DC), reconoce que en Antofagasta también se dieron estas manifestaciones de forma muy particular.
'Acá pasaba igual que en Santiago. El cacerolazo comenzaba cuando una persona, que estaba asignada, comenzaba a tocar la cacerola y todos comenzaban a tocar', señaló.
Recabarren precisa que el ambiente comenzó a volverse más violento con el correr de los días, con fuertes conatos en las calles de la capital regional.
'Era un ambiente muy tenso. Había mucha crítica, no había nada. Una militante de la UP fue atacada en la calle por gente contraria. La tuve que llevar al Partido Demócrata Cristiano. Ese era el nivel de tensión que había en la ciudad', agrega.
Fue el propio Recabarren quien denunció la existencia de 12 mil sacos de arroz (720 kilos) en una bodega de la Empresa de Comercio Agrícola ubicada en el sector La Chimba.
'En un tiempo que no había arroz, descubrí que había de este a destajo en la ciudad, pero con gorgojo. Había un ambiente muy fregado, muy tenso. Yo vi que esto iba a terminar mal cuando vi a (Carlos) Altamirano, presidente del PS, juntarse con gente de la Armada', finaliza.
Bohemia
Si hay algo que no ha cambiado en Antofagasta desde 1973 hasta ahora es la bohemia nocturna del centro de la ciudad, obviamente guardando las diferencias de épocas.
El periodista y Caballero del Ancla, Juan Antonio Marrodán, comenta que la política era el tema principal durante el invierno del 73 en los bares y centros nocturnos antofagastinos.
'El tema se hablaba en las boite, en donde se juntaban gente de ambos bandos. Y siempre había uno que tenía más conocimiento del tema y se calentaba el ambiente. Terminaban a los golpes en algunos casos', esgrime.
Pero días antes del Golpe Militar, la ciudad comenzó lentamente a polarizarte, especialmente a la hora de solicitar alimentación.
'La gente reclamaba mucho. Habían muchas marchas. Acá entregaban las tarjetas de la JAP (Junta de Abastecimiento Popular) en donde algunos podrían comer lo mejor y dejando ciertas cosas reguladas al pueblo. Lo que pasó antes del 11 de septiembre es lo mismo que pasó después, sólo que cambió el bando que comía bien', dice Marrodán.
complicado
A diferencia de los sucedido en Santiago, Antofagasta amaneció tranquila ese 11 de septiembre de 1973. Pese a que la gente intuía que el pronunciamiento de los militares era inminente, la ciudad estuvo en calma hasta las 11 horas, cuando los antofagastinos comenzaron a recibir información de los sucedido en La Moneda.
El comercio cerró y la gente se dirigió a sus casas en tranquilidad.
'Yo estaba en mi casa cuando comenzó el Golpe. No había nadie en el centro. Los militares tomaron la Intendencia. A mí me llamaron por la radio y me dijeron que no podíamos parar. Fui a la Intendencia y sentíamos ráfagas en las calles', argumentó.
Por el contrario, Marrodán tuvo un día más complejo. En 1973 era colaborador en el diario 'La Estrella del Norte' y personal del Ejército llegó al edificio corporativo del periódico para llevar a los periodistas a buscar salvoconductos que les permitiera trabajar en las calles.
'Nos informaron que al día siguiente no habría diario. Llegaron los militares y nos llevaron a la Intendencia por el medio de la calle para ir a buscar los salvoconductos. Veíamos con la gente miraba por los balcones de Matta y Prat, informándose de lo que sucedía en Santiago. A las cuatro de la tarde nos mandaron a la casa y se escuchaban los balazos, pero en las calle no había nadie', agrega Marrodán.
Lo sucedido tras el golpe es ampliamente conocido, dejando una marca que hasta nuestros días sólo permite que el país se una para una catástrofe natural, la Teletón o algún partido de la selección. Sea como sea, a Chile le falta mucho por aprender de aquel día de invierno de 1973.
'Era un ambiente muy tenso. Había mucha crítica, no había nada. Una militante de la UP fue atacada en la calle por gente contraria, La tuve que llevar al partido Demócrata Cristiano. Ese era el nivel de tensión que había en la ciudad'.