Cada cierto tiempo nos proponen un nuevo rótulo, desde la inscrita capital minera, la ciudad del cluster, o la desafiante propuesta de capital mundial de las energías, y aquello pareciera denotar la búsqueda de un esquivo horizonte común, de una carta de navegación clara, quizás los ímpetus de nuevos líderes, o sencillamente la reparación simbólica de la dañada autoestima local.
En todo caso podríamos intentar sumar a la lista, Antofagasta 2020, Capital Mundial de la Felicidad, razonando sobre la base que nos falta enfocarnos en perseguir la estrella, en soñar los intangibles que hacen la diferencia entre desarrollo y productividad, entre calidad de vida y acumulación de bienes, lo que diferencia educación de instrucción, y esa larga lista de etcéteras que distinguen al ciudadano del cliente, al vecino del residente, a la persona del consumidor.
Un esfuerzo así, que incluso podría ir contra corriente, es indispensable para concretar la voluntad de cambio que se divisa en diversos ámbitos de la comunidad, y sólo a modo ejemplar, la preocupación ambiental está empezando a instalarse como principal preocupación de la ciudad.
Trabajar para que nuestra comunidad esté feliz, puede parecer tan básico como ingenuo, pero estoy convencido que allí debiera estar el foco, puesto que, es el desafío más importante y complejo, que se puede impulsar para construir comunidad, para fortalecer la vida social y adecuar procesos y objetivos a fines nobles y de gran envergadura. Quizás esta tarea no sea la más popular, ni de aplauso fácil, pues enfrentar la desigualdad, la exclusión social, la discriminación, la desconfianza, el individualismo, requiere una firme convicción para enfrentar con una mirada nueva.
Trazar este objetivo, requiere sumar voluntades e inteligencias, articular acuerdos horizontales, estar dispuesto a escuchar, invitar a la creatividad, identificar las causas de los problemas y trabajar sobre ellas.
Antofagasta tiene que cambiar, están pasando demasiadas cosas y las energías que se mueven deben canalizarse hacia un horizonte común, mucho más desafiante que los mínimos standarizados para contar bienes de capital. Atreverse ahora en escenario de incertidumbre económica requiere una voluntad y convicción más fuerte que sea capaz de atraer a todos y todas a sumarse a la tarea de trabajar para ser la Capital Mundial de la Felicidad.