El té (II)
De nuestras bebidas, con excepción del vino, naturalmente, el té es la predilecta de Chile.
El té abandonó palanquines, sedas y dragones, suntuosamente, bravos, querenciándose con los caminos que enternecen los gemidos de las carretas 'chanchas', con el harapo y con la fauna espectral de la imaginación chilena.
El té fue aliado de nuestro tricolor. Penetró en conventillos y endulzó la medianoche de las costureras; vertió encantamiento en la conversación de las comadres; sustituyó a las vitaminas en la garganta de los niñitos proletarios que le tuteaban en el 'veintecito de té', blanqueando sus manos de príncipes del andrajo. El té hasta podría ser el nombre de nuestras muchachas: Té González, o Té Rojas…
Podemos quedarnos sin zapatos, pero, sin te: ¡jamás! 'La agüita de té' la reclama nuestro estómago lleno de sombras.
Regó el té el organismo popular, fue el mejor apoyo de nuestro pueblo; en muchos hogares, sirvió de única gota sustentadora. Avecindado a nuestras desgracias, el té colocó su fuero al centro de nuestras miserias y la alentó y alimentó.
¿Cómo entonces, no elogiarlo y llamarle ¡Hermano…? El té de los explotados de Chile guarda en su fondo una lágrima que, lentamente, cristalizó en estrella.
Es ya la estrella de la plenitud que nosotros mismos vamos forjando para nuestro futuro, donde el té poseerá prestigios de leyenda.
Será el mago que doró nuestra garganta y nos ayudó a vivir: el gran mago de China sentado a la mesa de las pobres familias chilenas, que en aquel entonces venturoso disfrutarán de las calorías de una 'comida completa', razón por la que debemos bregar para dignidad de nosotros mismos y de nuestra tierra.
Corresponde a Críticas y problemas. Antofagasta, viernes 20 de mayo de 1955, Nº 38. Su editor y director fue el periodista Enrique Agullo Bastías. Sabella, uno de sus fieles colaboradores, incluso con los heterónimos de 'Herakles' y 'Jim Albro'.
La publicación no se registra en la 'historia' de la prensa local.