El VIH-Sida como toda patología muta, disfraza sus efectos, cambia sus grupos de contagio, pero permanece aún como una de las peores enfermedades asociadas a la liberalización sexual que llegó junto a la década de los '80.
En la Región de Antofagasta el primer caso fue detectado en 1987 y hasta ahora la enfermedad sigue en una curva ascendente con 1.295 contagiados en total al 2013 (102 fallecidos).
El año pasado fueron reportados 152 casos, en un fuerte aumento de la enfermedad, ya que durante el 2012 hubo sólo 120 infectados, y el 2011, 137 enfermos tenían el peligroso virus. Incluso algunos análisis ya hablaban del 'descenso sostenido de esta patología', aunque ahora las cifras entregan otras alarmantes interpretaciones.
Los análisis desde la seremi de Salud ratifican el aumento de contagiados por el VIH-Sida en el Norte Grande, seguido por la Región Metropolitana y Valparaíso, en una década con evidentes transformaciones económicas y demográficas, sobre todo donde está presente el boom de la minería.
En el caso de Antofagasta -lo más preocupante- radica en la aparición de nuevos grupos de contagios. Las mujeres, adultos jóvenes e incluso adolescentes heterosexuales, ingresaron ahora a los registros del temido VIH-Sida durante los últimos años.
Las autoridades de salud explican esta tendencia por el incremento sostenido de la población flotante, además de la promiscuidad latente en la juventud, y también al tema de la infidelidad asociado al trabajo por sistema de turnos y a los problemas sexuales entre las parejas.
Esto deja al descubierto que la enfermedad claramente dejó el segmento homosexual para instalarse en un amplio espectro de la población, donde el principal énfasis tiene relación con las conductas sexuales irresponsables.
Por ello resulta urgente un cambio drástico en el enfoque de las campañas públicas en torno al VIH-Sida, sobre todo considerando las características de los contagios en cada zona del país. Hay que prevenir, pero pensando en las regiones.