Ojalá la guagua no sea tan fea como el padre, no conozco a la madre, y por tanto mis expectativas estéticas respecto a la guagua están restringidas a las cualidades estéticas del padre vocinglero que no soporta el anonimato convencido de que el poder, para ser tal, debe ser ostentado.
Respecto de las otras guaguas por venir, los padres tendrán que ser más cuidadosos porque hay una diferencia entre contribuyentes y estudiantes. Estos últimos se movilizan, se organizan y tienen la capacidad de hacer oír su voz con mucha intensidad puesto que han demostrado con creces que sus demandas no podrán ser negociadas tomando tecito en la casa de algún influyente.
El lenguaje sofisticado de los FUT, evasión, elusión etc., pueden prestarse para el abuso demagógico puesto que probablemente el 95% de la población, en el cual me incluyo, no entiende lo que se jugaba en los vericuetos de los detalles y, por tanto, no alcanzamos a distinguir estufa de estafa, solo un pequeño porcentaje de expertos sabrá realizar las faenas gatopardescas que harán que todo siga más o menos parecido para el 1% más rico de la población. Y esto en medio de la vocinglería mundialera que distrajo, como corresponde, la atención de las mayorías.
Pero en el caso de la reforma educacional tendrán que ser bastante más prolijos y respetuosos de lo que los ciudadanos expresaron con tanta fuerza en la calle; primero porque se acabó el mundial y segundo porque acá la madre es conocida y no es fácil pasarle gatos por liebre.
El argumento de la década de los noventa, en los inicios de la transición, el consenso como fin último de la política, no puede ser esgrimido ad aeternum puesto que las sociedades cambian y los ciudadanos son más celosos de sus atribuciones y sus derechos, los cuales expresaron con absoluta claridad en las últimas elecciones. Es dable esperar, entonces, que la autoridad no sucumba al poder con la facilidad que hemos visto hasta acá en donde, en medio de un tecito, se pasó a llevar la opinión de las mayorías.
La estabilidad política pasa por que los ciudadanos pueden y deben ejercer el derecho a expresar su opinión y que ésta sea efectiva y se traduzca en acciones coherentes. Si esto no ocurre el desprestigio de la política crece y la estabilidad se torna precaria.