Narrativa del desarraigo
1950-1980 ofrece la narrativa del desarraigo de la literatura nortina. Ésta cambió y la hicieron cambiar -o, al menos, debió aletargarse- por circunstancias castrenses de todos conocidas. El Oasis La novela de un caudillo, fantasea con la vida de un supuesto Luis Emilio Recabarren.
Los pampinos, de González Zenteno, muestra al ser que vive de los vestigios del mundo del salitre; Terrral, de Ferraro recrea un mundo en que pesa Pampa Unión con lo bueno y malo que le hizo desaparecer.
Derroteros y cangalla, de Bahamonde, contiene el reflejo de lo que fue un Norte donde ahora reina el sueño fantasioso de los derroteros y la vergüenza de los cangalleros que aprovechaban el oficio de mineros para mal encubrir lo único que les importaba: sus robos cotidianos. Todavía, de Carlos León, aún nos devuelve el derecho de acariciar las realidades que se han dejado atrás.
Desde esos días a hoy, ¿qué ha sucedido? Decir 'poco', quizás sea una respuesta adecuada. Una vez mencioné una 'neonarrativa nortina'. Lo 'nuevo', parece reforzar eso de 'quien a buen árbol se arrima…' Sigamos viviendo a la sombra de… Sin competencia posible, todos se juzgan como los mejores.
La historia del teatro, en los años aquí consignados, merece un interrogante. El ciudadano nortino común, ¿cuántos textos de teatro regional conoce? Del teatro obrero, ya ni se habla. Alguien, ha de recordar el teatro para ser leído, ese que los universitarios mantuvieron, hasta las últimas décadas del siglo reciente mediante los Talleres de lectores.
Sin embargo, no hay que levantar acusaciones que no llevan a nada. ¿Cómo están las raíces que justifican la permanencia en estas tierras? ¿El viejo nortino fue un ser arraigado? ¿El nortino actual está desarraigado? El primero es historia. El actual, ¿por qué poner en duda que, sabe cuál es su condición? Si las Escrituras aceptan que cada día tiene su afán, ¿por qué no ha de llegar ése en que cada uno se pregunte por tan importantes atributos?
Linterna